a canciller Angela Merkel abandonará la política después de las elecciones federales el próximo 26 de septiembre de 2021. En julio se hizo cargo de la presidencia de turno del Consejo Europeo, en el que podría ser su último acto de poder en la UE. En plena pandemia, ante la peor crisis sanitaria, social y económica vivida en el continente desde la II Guerra Mundial, la líder durante 16 años de la política alemana y, por supuesto, de las decisiones de la Unión, se marcaba una agenda repleta de enormes retos en seis meses. En menos de doscientos días la gestión de la presidencia germánica ha cosechado una larga lista de éxitos que podrían calificarse de históricos. El más relevante la aprobación de 1,8 billones de euros para el periodo 2021-2028, mediante la combinación de los Presupuestos de la UE y del plan de recuperación Next Generation EU, la primera experiencia de deuda solidaria mutualizada de todos los europeos.

Tras duras negociaciones en el mes de julio, Merkel sacó adelante la propuesta de su compatriota Von der Leyen del plan de recuperación, lo que suponía un esfuerzo inversor público tres veces el Plan Marshall. Además se empeñó en que dichas ayudas puedan llegar a los Estados miembro en tiempo y forma a partir del próximo 1 de enero. Y, por primera vez en la historia de la construcción europea, la presidencia alemana imponía una condición para el acceso a los fondos basado en el respeto a los derechos fundamentales, la democracia y, por ende, de los valores y principios inspiradores de Europa. Un hecho sin precedentes que provocó la ira de los gobiernos húngaro y polaco que lanzaron un pretendido veto a la aprobación de presupuestos y subvenciones. La suerte de millones de europeos asolados económicamente por la pandemia podía estar en manos de Orbán y Morawiecki, y de sus violaciones continuas al Estado de Derecho. Una hipótesis infundada, pues, el órdago de farol de los populistas fue contestado por la presidencia alemana con la opción de quedarse fuera de toda ayuda de Bruselas.

Pero las emergencias no han sido la única prioridad de la dirigente germana este semestre. Cumplir con uno de los objetivos estratégicos de la UE ha ocupado buena parte de la agenda alemana: la lucha contra el cambio climático. Convertir a la UE en el primer territorio climáticamente neutral, es decir, descarbonizado, sin emisiones contaminantes de CO2, ha resultado enormemente trabajoso. En el camino la oposición de países que temen que esa transición hacia un nuevo modelo de producción y consumo les obligue a pagar una factura carísima por su dependencia de sectores e industrias de alto impacto medioambiental. Es el caso, por ejemplo, de Polonia con sus cuencas mineras de carbón. Al final se ha alcanzado un alto consenso en el Consejo Europeo en torno a la propuesta de la Comisión Europea que considera que es posible reducir las emisiones en un 55% con respecto a los niveles de 1990. Esto supone elevar el objetivo climático de 40% a 55% para 2030, lo que permitiría alcanzar la neutralidad climática en 2050.

Bajo el lema: Juntos por la recuperación de Europa, Merkel se fijó un programa de que prestaba especial atención a seis ámbitos: la superación de las consecuencias a largo plazo de la crisis del coronavirus y recuperación económica y social; una Europa más fuerte e innovadora; una Europa justa; una Europa sostenible; una Europa segura y de valores comunes y una Europa fuerte en el mundo. Podemos decir que en todos esos ámbitos se ha avanzado decididamente en este corto plazo de presidencia alemana. Puestos a poner peros a la gestión de Merkel en estos meses, queda en el aire el acuerdo de salida del Reino Unido, aun inscrito en el género más clásico del suspense de una thriller de serie interminable. Y el peor borrón no ser capaz de dar un solo paso serio en la puesta en marcha de una política común de asilo y refugio. La inmigración, una de posiciones más valientes defendida por la canciller en su país, ha sido incapaz de acercar posturas entre los Estados de primera línea que sufren la presión de la constante llegada de migrantes y los egoísmos de aquellos países que no quieren saber nada del drama y la tragedia que se vive en nuestras fronteras europeas. Sea como fuere, se hace difícil imaginar una Europa unida sin la dirección política Angela Merkel.