apel higiénico? Reservas a tope. ¿Latas de conserva? Despensa repleta. ¿Conexión a Internet? 200 megas recién contratados. ¿Aplicaciones de videollamadas? Todas actualizadas. ¿Juegos infantiles? Desplegados. ¿Ingredientes para repostería casera? A toneladas. Ya estamos todos listos para el reconfinamiento. Al menos en sus preparativos materiales. Los mentales ya son otra cosa. Porque nuestro cerebro se resiste a creer que acecha a la vuelta de la esquina la amenaza de volver a encerrarnos en nuestras casas. Nos podemos hacer trampas en el solitario y fingir creernos el debate que los dirigentes políticos escenifican en los medios. Pero la realidad es que la curva no se aplana y que media Europa se adelanta tocando a rebato. La mayoría, por cierto, conocidos regímenes comunistas como los de Francia, Reino Unido o Alemania. Y, mientras los vecinos se recluyen de nuevo, aquí se queman contenedores a modo de disturbio preventivo contra la futura imposición del contubernio extremista, sin aclarar muy bien de qué signo. Pero aquí nadie pone el cascabel al gato. Porque aquí está prohibido asumir errores, mencionar verdades incómodas o plantear soluciones que duelen. Aquí la cosa funciona evitando tabúes como toque de queda o confinamiento e inventando nuevos conceptos perimetrales. Podemos debatir sobre si será un reconfinamiento delegado, parcial, gradual o a la carta. Podemos volver la retórica bélica y la propaganda de todos contra el enemigo invisible, podemos colocar el señuelo de salvar la campaña de navidad o pretender que la vacuna aparecerá en breve por arte de magia. Podemos vestirlo de lagarterana. Pero, o la curva baja de forma drástica, o vamos directos a atrincherarnos de nuevo. Aunque nos venga mal a todos. A ver si, como dice el refrán, a la segunda va la vencida. ¿O no era así?