icen que en este mundo todo puede comprarse, que todo tiene un precio. En parte es cierto. Pero no del todo. Con dinero, por ejemplo, puedes comprarte hasta una carrera si quieres, pero no el conocimiento. Ni con todo el dinero del mundo podemos conseguir que lo que sólo puede ser fruto de un esfuerzo individual se traslade por medio de una transacción de una mente a otra. Solo aprenderemos si transitamos el esforzado camino que nos permite aprender. No hay atajos en el aprendizaje, ni varitas mágicas que nos conviertan en personas sabias o cultas de un día a otro. Vivimos, sin embargo, en un mundo donde se valora, sobre todo, lo que se puede comprar o vender y en el que parece que todo se puede lograr con dinero. Pero como nos recuerda Nuccio Ordine en “La utilidad de lo inútil”, el saber desafía las leyes del mercado, porque podemos poner en común con otras personas nuestros conocimientos sin empobrecernos. Es más, cuando enseñamos algo a alguien se enriquece al mismo tiempo quien da y quien recibe, algo no fácil de entender en la lógica mercantilista de nuestro mundo. Ordine apunta a lo doloroso que supone ver a hombres y mujeres empeñados en una insensata carrera hacia la tierra prometida del bene?cio, porque si únicamente perseguimos el beneficio, dice, sólo seremos capaces de producir una colectividad enferma y sin memoria que acabará por perder el sentido de sí misma y de la vida. Y en esta lógica de la ganancia y la rentabilidad, hasta el conocimiento se llega a entender como una simple acumulación de información, cuando la riqueza del saber tiene más que ver con aprender a pensar y a relacionarnos libremente con lo que aprendemos. Miro a las chicas y a los chicos jóvenes de hoy y me da la impresión de que reciben constantemente el mensaje de que en este mundo todo puede comprarse. Tienen derecho a saber que no es así, y que deberían aprovechar el momento para aprender todo lo que puedan, porque, cuando crezcan, ni todo el dinero del mundo podrá sacarlos de la pobreza que supone la ignorancia.