Perpetro esta columna un domingo 6 de julio, detalle temporal irrelevante si no lo hiciera desde Iruña, pueblote venido a más en el que nací, he vivido y probablemente acabe reventando un día que me venga fatal, como a todo el mundo. Es como pagar impuestos... nunca viene bien.

Dado que hacía unos años que cedía mi espacio urbano durante todas las fiestas de San Fermín a cualquiera, sin protestar ni pedir dinero a cambio, mi cerebro ha recogido firmas entre el resto de mi organismo para exigirme prudencia. Él, justamente, con la vida que me ha dado. Pero como no le falta razón, le hago caso comenzando por el Chupinazo, al que asisto desde el marco incomparable de mi casa, sita en los mismos aledaños (como a un kilómetro) de la Plaza Consistorial donde ruge la marabunta. A ver, ya he dicho que esta ciudad es un pueblote en el que todo está cerca, de modo que siempre estás casi al lado de cualquier cosa, no nos engañemos.

Ceremonia entrañable (y más con los juanetes a salvo) con el plus del lanzamiento a cargo de Yala Palestina Nafarroa, organización solidaria en contra de la masacre de Gaza. La pena es que el cohete, una vez más, no fuera inteligente. Más que nada para haberlo dirigido al centro del agujero negro situado en el profundo sur de Netanyahu y donde nunca pega el sol ni vuelan cometas. 

Y luego del tirón hasta el 14 de julio: toros, papeo, aperitivo, papeo, siesta, toros, farra, papeo, fuegos artificiales y farra con desfase hasta volver a la casilla de salida. Sí, ya sé que se me nota la falta de entusiasmo, pero se debe a la edad contraída por el sucio paso del tiempo. He vivido ya bastantes Sanfermines, y entre mi actual estado de forma física (acartonado con grietas) y mi estado de ánimo (borrascoso con tendencia a empeorar) no doy más de mí. 

Iba a decirles, también, que espero que cuando lean esto etecé todo haya salido a pedir de etecé que les vaya bonito etecé... Pero me ha saltado un convidado de piedra: Cerdán. En dos vertientes, pero ambas relacionadas con el Chupinazo. Me sorprenden dos cosas, pero sin exagerar. Una: en los años de esplendor de Santos Cerdán como artífice de pactos plurales ¿nadie lo sugirió como prendedor del cohete navarro por antonomasia? (que igual sí y el postulante ya ni se atreve a salir de casa). Y dos: ahora que las viejas tensiones entre PSOE-PSN- EH BILDU han dado paso a un ten con ten lleno de empatía, cortesía y posibilismo pragmático, ¿por qué durante el Chupinazo nadie lució una camiseta con el lema “No estamos todos, falta Cerdán”. Y ahí lo dejo, que tengo médico.