La bufonada patética
Si no fuera por el inmenso poder militar, político y de libre disposición sobre el futuro de la humanidad (legítimo o no, que infunde respeto y, además, terror), que representaban los 32 aliados presentes el pasado 25 de junio, en la cumbre de la OTAN de La Haya, el resultado de la citada reunión podría calificarse de bufonada en los términos del escritor italiano Giovanni Papini. Y es que este célebre literato publicó hacia 1914 su obra titulada Bufonadas en la que acumulaba una serie de historietas aparentemente imposibles, pero… que pudieran haber sido ciertas.
Y cuento, brevemente, una de ellas para ilustrar una aproximación y aclaración al término bufonada que Papini emplea. Sucedió en Italia. En la remodelación de uno de los gobiernos de la época fue nombrado para el ministerio equivalente al hoy, llamado de Medio Ambiente, un ministro que tenía la particularidad de “odiar profundamente a la poesía y, por ende, a los poetas”. Las verdaderas razones de su odio cerval nada tenían que ver con la condición humana de los poetas sino con el resultado de su práctica vocacional. El ministro de Papini razonaba, con una lógica aplastante, de la siguiente manera: En Italia, anualmente, se publican 5.000 títulos de libros de poesía, –invento la cifra–, de los que se producen otros 5.000 ejemplares, –tampoco recuerdo el número–, de cada uno de ellos que resulta una edición de 25.000 millones de libros. Si, finalmente, el número total de ejemplares lo traducimos a número total de páginas… el resultado resulta ser una cifra con un disparate de dígitos.
Seguía razonando el ministro: Teniendo en cuenta que la mayor parte de los 5.000 títulos carecen de calidad literaria y que, de los que ofrecen alguna mínima aportación, podría decirse que, quizás, uno solo tendría alguna posibilidad ya no de pasar a la posteridad sino, simplemente ser recordado al cabo de unos años… ¿Esto justifica, se preguntaba el ministro de Papini, acotar tantas hectáreas de monte para derribar una enorme cantidad de árboles con el fin de fabricar la millonada de folios que requiere la publicación de las ediciones poéticas italianas? El ministro concluía: ¡Declaremos la guerra a los poetas y prohibamos la publicación de la poesía! ¡La ecología nos lo agradecerá!
De todas formas (dicho a modo de paréntesis) si el ministro de la obra de Papini hubiera coincidido en el tiempo con el poeta Dante Alighieri, ¿su estricta militancia ecológica nos hubiera privado de la de la inmensidad poética y espiritual de la Divina Comedia? Nunca lo sabremos.
Reitero que, al traer a colación una de las narraciones contenidas en el libro de Papini, no pretendo establecer paralelismo alguno con nada sino, simplemente, limitarme a aclarar el término bufonada que, perfectamente, pudiera haber dado cabida en la obra a lo sucedido días pasados en la Cumbre de la OTAN en La Haya como uno de sus cuentos. Posiblemente se hubiera convertido en el relato más patético del libro, el más inverosímil, pero…cierto: aumentar el gasto militar de los países que conforman la OTAN hasta (por ahora) el 5% de PIB de cada país para la instauración del Estado militar, poniendo en riesgo extremo de desaparición lo poco que van quedando de las conquistas sociales conseguidas con las luchas, el trabajo y el sudor social.
Y es que, en el fondo, en la propia esencia de esa cumbre está (digámoslo de una vez por todas) el acabar con las aspiraciones legítimas de los pueblos que conforman la Unión Europea de mantener sus propias identidades, de dar carpetazo de una vez por todas a las ya mermadas y declinantes ilusiones de profundizar en los modelos democráticos de desarrollo y enterrar, para siempre, el legítimo sueño de los pueblos de consolidación del estado de bienestar en convivencia pacífica dentro de las propias culturas.
El resultado de la reciente Cumbre de La Haya se sitúa en las Antípodas de la esperanza de que una civilización y las futuras nuevas generaciones que la conformen puedan materializar la verdadera libertad política, es decir, “el ideal de la autonomía”, en el que la “convivencia intercultural” se debiera convertir en apuesta política mundial nueva y, por tanto, la gran apuesta del futuro. Es sobre esta cuestión sobre la que es preciso meditar profundamente. Se trata de organizar la convivencia sobre las premisas del respeto mutuo, su reconocimiento y su igualdad, esto es perseguir la utopía de recrear una verdadera democracia multicultural.
Reitero que no creo que, en los razonamientos lógicos de los miembros de Organización del Tratado del Atlántico Norte, se deslizara algo que tuviera que ver con el espíritu que sustenta las líneas esbozadas en el párrafo anterior. Estimo que más bien tendrían que ver con la lógica implícita en las bufonadas en general y en la bufonada protagonizada por el ministro de Medio Ambiente de la obra de Giovanni Papini, en particular.
La introducción de esta lógica perversa que sacraliza la materia y envilece el espíritu, que sublima lo superfluo y ultraja lo trascendente, al parecer, anidaba en el estado de trance hipnótico en el que se habían presumiblemente sumido los asistentes a la Cumbre orquestada y dirigida por el omnipotente nuevo dios terrenal Donald Trump. Si no, no se explica una tamaña puñalada trapera al Estado de bienestar, elevando, el gasto militar obsceno e injustificable, desde todo punto objetivo, a la categoría de “premium plus” a costa del inevitable golpe de gracia a la Ciencia en sentido amplio, a la Sanidad pública, a la Educación gratuita, de calidad y para todos… esto es el Estado de la Justicia Social que costó, tantas décadas, forjarlo.
Bueno, en realidad sí se explica. Porque en el estado de desarrollo al que ha llegado el sistema del capitalismo neoliberal, dado que el sujeto humano ha sido expulsado de su ecuación, ya no cabe hablar del humanitarismo como razón de ser de la humanidad. Ahora solo importa el sistema y todo se justifica mediante la aportación que se realice en aras de su pervivencia.
Pero centrando el foco de la mirada en ese grupo de miembros de la OTAN reunidos en los Países Bajos, a nada que dejemos volar la imaginación, la instantánea hace entrever algunos problemas que la ciencia política de futuro deberá comenzar a plantearse y tendrá la necesidad de resolver si quiere evitar la generalización y la cronificación del caos político. Este no es el lugar, ni tengo el espacio para plantearlos con un mínimo de rigor. No obstante, esbozaré uno de ellos que, a decir verdad, lo considero el más importante. Lo formularé mediante una afirmación seguida de una pregunta. La afirmación: Es una evidencia que, quienes se sentaron en las butacas del salón en el que se celebró cumbre de la OTAN como representantes de sus países, habían sido elegidos por sus respectivos pueblos para que les gobernasen. Estaban legitimados. ¡Hasta aquí ninguna objeción! La pregunta: Pero…, ¿legitimados suficientemente para tomar una decisión del calado que supone hacer de las sociedades castros militares con el pretexto de darnos más seguridad inventando enemigos imaginarios?
Teniendo en cuenta que la cuestión objeto de la reunión no era de rutina dentro de la gobernanza internacional, sino que se trataba de algo tan trascendente como lo es la condena de las sociedades europeas que viven una vida para la paz a tener que padecer, en el futuro, una vida con la amenaza de la guerra permanente y sin fin y, por tanto, determinar irremisiblemente el futuro de las generaciones venideras. No, para esto, estimo que no estaban legitimados suficientemente, pero…, ¿Será que han cambiado los términos del concepto de legitimidad? Habrá que preguntárselo a Donald Trump.
De todas formas, a pesar del inmenso poder militar, político y de libre disposición sobre el futuro de la humanidad que representaban los 32 aliados presentes el pasado 25 de junio en La Haya, la Cumbre de la OTAN podría calificarse como bufonada, pero, esta vez… patética
¡Esta bufonada, infunde terror!
Catedrático emérito de la EHU