Doy gracias a los equipos técnicos de esta casa que han logrado ordenar el volumen de datos, entre válidos y totalmente inservibles, que poblaban mi teléfono móvil. Un breve repaso a todos los archivos guardados y almacenados han rescatado contactos que ni sabía que residían en el celular, fotografías de cuando Franco era corneta y un volumen titánico de morralla de toda clase y condición, al parecer, derivada de esas aplicaciones de mensajería que tanto nos dan, pero que ha estado a punto de colapsar el aparato entre vídeos, fotografías, montajes, emoticonos y residuos de similar trascendencia. Tras lograr rescatar la operatividad del móvil, me he impuesto la obligación de poner las medidas precisas para prescindir de manera inmediata de todos los contenidos que a diario se sitúan en la puerta de acceso a mi vida. Supongo que quien se encarga de elaborar ese tipo de ocurrencias digitales tiene mucho tiempo libre o dispone y maneja como un profesional la tecnología capaz de elaborar memes, pngs y demás parafernalia, y se nota, porque el nivel de producción crece de manera exponencial según pasan los años. En fin, que me imagino que estos desvelos son los propios de la edad. Ya perdonarán los exabruptos de este abuelo un poco atribulado por las derivadas de la tecnología.
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