Burbuja aislada
El proceso judicial sobre la DANA sigue su curso y, aunque lentamente, van saliendo a la luz más constataciones de que lo de aquel fatídico 29 de octubre fue un despropósito. Los autos de la jueza son cada vez más contundentes, al punto de que ironiza: “Parece que el Cecopi era una burbuja aislada del mundo exterior” (Valencia Plaza). La instructora insiste en que la Generalitat incurrió en una “evidente pasividad” y una “gravísima inactividad” y que quienes debían tomar las decisiones manifestaron “ser ajenos a las llamadas del 112, las previsiones de la AEMET y las comunicaciones sobre el estado de los barrancos”. Demoledor.
Un año de los cinco días
Parece que se nos ha olvidado pero, hace justo un año, todo un país aguantó cinco días a que su Presidente decidiera si quería continuar al frente del Gobierno. En este caso la burbuja fue por voluntad propia más que por inutilidad política, pero fue burbuja, al fin y al cabo. Cinco días en los que nadie sabía qué estaba pasando y la sombra de una repetición electoral lo sobrevolaba todo. El final de los cinco días ya se lo saben, porque Sánchez será un hombre profundamente enamorado de su mujer, pero no es tonto. Pero, pese a todo lo que había en juego, no le importó tener al país en vilo durante cinco días. (20 minutos)
(Enésima) crisis
Un año después de los cinco días, no hemos cambiado mucho. Sánchez sigue en crisis, ahora con sus socios de Sumar. Digo sigue porque tengo la sensación de que así de mal avenidos están y estarán hasta, por lo menos, las próximas elecciones generales. Ahora ha sido por la compra de armas a Israel, que tiene bemoles con todo lo que se ha dicho del país de Netanyahu. Sánchez ha resuelto esto como todo últimamente, con la potestad únicamente de su persona, y ha pretendido aplacar la crisis rescindiendo unilateralmente el contrato. ¿Servirá para aplacar a Sumar? Ya lo veremos. Mientras, la derecha se sigue relamiendo. (Diario Crítico)
Velando al Papa
En esta vorágine religiosa en la que estamos inmersos, voy a confesarme. Mi ‘guilty pleasure’ como dicen los modernos, un placer culpable confesable, es el ‘streaming’ del velatorio del Papa. He perdido la cuenta de las horas que llevo enganchada al directo del desfile de personas por la Basílica de San Pedro, casi como si hubiera vuelto en persona al Vaticano (a donde, si no ha ido aún, le invito a que planifique una visita, creencias aparte). Curiosa la convivencia, en estos tiempos que corren, de las más modernas tecnologías con los procesos de una institución que se esfuerza por no quedarse en el siglo pasado. (La Vanguardia)
Las lágrimas de Sor Geneviève
De ese interminable desfile, una imagen ha llamado poderosamente la atención: Sor Geneviéve Jeanningros, monja amiga del Papa Francisco, a quien se le permitía traspasar el cordón de seguridad para llorar al amigo fallecido a sólo unos metros del ataúd. La “monja rebelde” es el apelativo más repetido para referirse a alguien que vive en una caravana, que es firme defensora del colectivo LGTBIQ+, que ha dedicado su vida a ayudar a comunidades tradicionalmente olvidadas por la Iglesia y que es, por todo ello, un ejemplo. Y que ha derramado, seguramente, las lágrimas más sinceras de todo el Vaticano. (El País)