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Europa: un rearme moral

Se está hablando mucho del rearme militar en Europa una vez abandonada por los Estados Unidos a una suerte de orfandad defensiva. Hay que decir que este rearme tan acuciante debe incluirse en todo el tinglado armamentístico que forma la OTAN desde su fundación. Han sido miles de millones de euros los que esta organización ha gastado hasta ahora y ha engordado los bolsillos de los Estados Unidos y de la muy opaca industria armamentística en general.

Creo que en cualquier país del mundo, en la mente de cualquier persona de bien, cabe preguntarse si las armas –cualquier clase de arma– contribuye a la paz, al bienestar y a una vida feliz normalizada. Esta persona se pregunta también si las muertes ocasionadas por estas armas pueden tener alguna clase de sentido, y menos aún algún substrato moral. Toda arma es amoral y todo propósito violento lo es en sí mismo. Europa posee un acervo de cultura cuya inmensidad solo es comparable con la propia historia de la humanidad. Aquí anida la filosofía, la música, la arquitectura gótica, románica, el cristianismo más esencialista y sus otras formas en debate continuo. El protestantismo, el luteranismo, la idea misma de trascendencia. Toda la cultura griega con su idea del límite a la que debiéramos regresar, la trayectoria latina y todo el devenir germánico, principalmente en sus filósofos y músicos, todos los santuarios de paz en Francia, Italia, España, Reino Unido, Alemania… cada camino de esta vieja Europa está poblado de muestras de un modo de conducirse donde la palabra -en su significación más universal- excluye la agresividad, la violencia y el crimen. Por tanto, excluye el armamento.

Según la noticia más reciente, esta Europa que es acervo de la cultura más trascendente del mundo, baraja la posibilidad de invertir 800.000 millones de euros en armas que restituyan la protección norteamericana gastando esta astronómica cifra en los arsenales norteamericanos precisamente. Es una manifiesta absurdez además de un inútil empírico. A los europeos de a pie, a todos los millones de personas que poblamos esta vieja tierra, que tenemos una cultura pacífica y proyectada hacia una nueva construcción moral de los pueblos, nos interesa disponer de una vivienda digna, que en nuestra mesa haya comida cada día, que todo el mundo pueda acceder a la enseñanza y a la sanidad con criterio y dignidad, que se cree empleo de calidad más acorde con el emprendimiento colectivo e individual que con los peligros de la inteligencia artificial y el deslumbre –cadalso– del new way of life del rodillo norteamericano. Nos importa mucho caminar por nuestras sendas y bosques milenarios que destruirlos con vehículos carísimos de última generación o cualquier clase de construcción especulativa. Nos importa acudir a nuestro trabajo en bicicleta o en servicios de transporte cómodos y dignos. Nos importa leer en nuestras magníficas bibliotecas y nos importa y nos conviene y nos hace feliz el saludo amable de un vecino, la sonrisa inocente y sabia al mismo tiempo de nuestros niños, la delicadeza y la alegría cuando conversamos en un café. La admiración cuando vamos a un concierto. Todo esto es lo que importa y tiene valor. La mirada poética de Europa. Su propio ser cívico y moral.

Los tipos armados hasta los dientes que hagan lo que quieran. Que aprieten ese botón nuclear de una vez sabiendo que se destruirán a sí mismos también. Puñeta, qué les den por ahí. Europa debe pasar esa ponzoña sanguinaria porque está a otra cosa. Europa opone su rearme moral, su bastión filosófico, un modo de conducirse y ser con la vida una explosión de cultura, de amabilidad y de conocimiento. Con esos 800.000 millones de euros se pueden hacer muchas cosas buenas, positivas y de crecimiento personal y colectivo. ¿No es así?

Escritor