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Tribuna abierta

Carmen Torres Ripa

El tiempo blanco

AKennedy lo vimos siempre joven, prometedor, líder. Su recuerdo está junto a una sonrisa arrolladora. El destino, por llamar de alguna forma su asesinato, nos dejó la foto fija de su éxito. Quería ser periodista y, en 1957 ganó el premio Pulizer, el sueño de todos los escritores, con Perfiles de coraje, cortas biografías de algunos de sus compañeros valientes en la guerra. Desde muy joven pensaba que la Humanidad “tiene que poner fin a la guerra o la guerra pondrá fin a la Humanidad”. El 20 de enero de 1960 fue elegido presidente de EEUU. Con 43 años ilusiono a los ciudadanos del país más importante del mundo. Su objetivo mayor fue la defensa de los derechos humanos y erradicar la pobreza. Prometió poner fin a la discriminación racial, el PIB creció, impulsó la atención médica para la tercera edad, cambió la política gubernamental sobre la inmigración, aseguró que antes de una década el hombre pisaría la luna y, para llegar a ese momento que no vio, con el presidente de Rusia, Nikita Kruschev inició una amistad personal que fue muy importante en momentos críticos de la Guerra Fría. Creía que la libertad supone muchas dificultades y, en Berlín en 1961, dijo que “la democracia no es perfecta, pero jamás nos obligaremos a erigir un muro para confinar a nuestro pueblo”. Su corto periodo como presidente, convirtió a la Casa Blanca en Camelot, como un sueño corto de perfección. El 22 de noviembre de 1963 fue asesinado en Dallas y entró en la leyenda.

En solo dos años subió al lugar de los héroes. Es muy difícil alcanzarle.

Aquel día estaba en el último curso de periodismo en la Universidad de Navarra. Oí la noticia en la radio y al momento pasé a dar el pésame a Cazerin, una compañera norteamericana del colegio mayor Goimendi. Su habitación estaba a mi lado. Cuando llamé y abrió su puerta, me despachó con palabras destempladas. “Era un cretino”, me dijo. Me quedé sin respiración con el picaporte en la mano. Por ser republicana, no tenía ninguna pena por el asesinato de su presidente demócrata.

Me he acordado siempre de esa fecha y del funeral. Su esposa Jacqueline, toda de luto con un velo de gasa negro por la cara y su dos hijos pequeños de la mano. En aquel momento no podía imaginar que años después, estaría igual, con mi marido de 44 años asesinado, un traje negro y alrededor de mi falda cinco niños pequeños. A mi marido no le vi envejecer y quedó para siempre en mi memoria, su cara feliz de periodista comprometido. Tampoco se sabe quién le asesinó, como a Kennedy. Nos contaron que fue Oswald, un hombre anónimo. Nadie creyó esta versión, sin duda, detrás había una conspiración. La misma conspiración que asesinó dos años después a Martín Luther King, defensor de los derechos civiles, en Memphis. La versión oficial fue que el culpable, James Eal Roy, era un delincuente de poca monta que se había escapado de la cárcel el año anterior. ¿Quienes fueron sus reales verdugos? Lo mismo se repitió en 1978. Muchas siglas, pero realmente ¿quién lo mató? Curiosamente, su expediente desapareció de un despacho de abogados de Bilbao en 2008.

Nos perdimos su tiempo blanco, ese tiempo de ver cómo pasaban los años sobre sus hombros. Ese tiempo sin fecha en que todos vamos notando la piel menos tersa, el cuerpo mas dolorido y el pelo con nieve.

Hay hombres y mujeres que no quieren envejecer y que los demás veamos su deterioro. La actriz Greta Garbo, se pasó treinta años en casa con su ama de llaves. Ningún fotógrafo pudo volver a conseguir una sola imagen. Sin embargo, James Dean, con tres películas, siempre será un atractivo actor que con tres películas consiguió la fama y la juventud eterna, al morir en un accidente de coche con 24 años.

En los últimos años, hemos visto como llega el tiempo blanco en los presidentes y lo que hicieron en su periodo presidencial. Felipe González fue un hombre con todo lo necesario para ser líder, y lo fue. Con un atractivo físico universitario de pantalón de pana y el pero de siempre, hemos visto que el tiempo pasa y, ahora, es un abuelo Cebolleta con kilos de mas y una cabellera blanca, por cierto bonita. Su oponente, José María Aznar, antipático, y déspota, fue perdiendo fuelle popular desde que entró en la Moncloa, aunque enseñó sus bíceps de gimnasio, su cara se quedó chupada y el bigote desapareció por miedo a parecerse cada vez mas a Franco. Ahora, con todo respeto, Tiene un aire de figura de cera que habla como un muñeco de guiñol. Este personaje hizo querido a Rajoy, un eterno caminante a Santiago y al recordarle sentimos nostalgia y echamos de menos su lenguaje académico que provocaba innumerables chistes.

José Luis Rodríguez Zapatero, al día siguiente de su investidura, cumplió lo que había prometido en su campaña, retiró las tropas españolas de Irak. Fue una emoción llena de lágrimas. Su aire infantil de niño bueno se ganó el apelativo de Bambi. En sus dos legislatura, aprobó –con el susto de la Iglesia Católica, el PP y muchos países europeos– el divorcio y las bodas entre homosexuales. Fue querido y su oposición tranquila. Y, curiosamente, aún no le hemos visto envejecer, quizás por que en el bosque jugó felizmente con animalitos.

La llegada de Pedro Sánchez nos hizo imaginar –a uno y otro partido– que un hombre guapo y preparado, que sabia inglés (los otros presidentes tuvieron que hablar siempre con intérpretes) llegaría a ser líder europeo. Entró con el pelo bien cortado y una sonrisa sin estrenar. Nos ilusionó. El paso del tiempo, cambió su pelo del negro al gris Y su currículo se fue llenando de despropósitos por querer siempre estar sentado en el trono. No era el rey Arturo, ni vivía en el reino de Camelot.

La mayor decepción fue su oponente, Alberto Núñez Feijoó, que en su Galicia natal parecía un buen político pero el cambio a Madrid trastornó su look. Se quitó las gafas y su pelo es cada vez más blanco con principio de calvicie. Se torció su sonrisa y se le avinagró el lenguaje, formado solo de insultos, mentiras y hasta los votantes de su partido, piden a gritos, alguien un poco parecido a Kennedy para poder votarle.

En el ambiente internacional, nada destacable porque la falta de cultura de algunos presidentes no hace ninguna gracia. Los reyes y reinas coronados con piedras preciosa, siempre serán los floreros del corazón. Una de las frustraciones mas grande del nuevo presidente, Trump, es no tener sangre azul. Es un empresario que carece de idealismo. Le da igual que los ciudadanos de su país y de los otros del mundo, sean hombres o cosas. Con dinero todo se puede compra. Es largo y penoso hablar de este señor con piel roja y melena rubia. En EEUU se han olvidado a golpes que tuvieron un presidente que se llamaba Kennedy y murió asesinado. Los votantes de Trumg no han conseguido que sus pequeños atentados –no le deseo la muerte– no le llevaran a la gloria. Sin embargo, desde que inauguró su mandato, fue bueno su deseo de esclarecer los asesinatos de Kennedy y Luther King. Sabía, como muchos ciudadanos del mundo, que dos hombres anónimos, no podían cometer aquellos magnicidios.

El tiempo blanco, el tiempo que pasa, dejará o no, una sombra de dolor en EEUU.

Periodista y escritora