Nada es tan obstinado como un elegante consenso. Lo dejó cincelado a fuego una mujer a la que apodaron La dama de hierro. Refractaria a la cesión, pues la interpretaba como una derrota, hasta Margaret Thatcher acabó sucumbiendo a la evidencia de que el progreso se sustenta en el pacto entre diferentes por costoso que resulte. En mayor medida cuanto más plurales y complejas sean las sociedades democráticas. La vasca, sin ir más lejos.
En contraposición con la gresca madrileña, que sus pendencieros adalides han elevado ya a trifulca continental en el mismo corazón de la UE, en Euskadi se está asentando una cultura política del acuerdo, como mínimo en grado de tentativa y a menudo consumado. Sobre la base de la cohabitación institucional entre PNV y PSE como entente de centralidad y pragmatismo transversal en todos los niveles administrativos. Comenzando por Vitoria-Gasteiz, el paradigma de la fragmentación política con cuatro formaciones en competencia electoral directa, la dupla gubernamental liderada por Etxebarria avanza con EH Bildu en una creciente alineación de prioridades que abarca cuestiones trascendentes como los Presupuestos, las ordenanzas fiscales o la Zona de Bajas Emisiones. También en la Diputación de Álava atisba la alianza sociojeltzale disposición en la bancada a su izquierda, si bien González apunta bastante antes a Elkarrekin que a EH Bildu para fraguar este año sí una mayoría presupuestaria. Mientras el Gobierno Vasco, aun sin necesitar apoyos para sus Cuentas de récord inversor, se ha sentado con todas las siglas excepto Vox en un intento sincero de ampliar sus márgenes y ahora trasladará propuestas concretas al conjunto de las sensibilidades democráticas del país.
La búsqueda honesta de consensos no sólo constituye un valor en sí mismo, siquiera como legitimación del diálogo en aras al interés general por encima de las discrepancias partidarias, sino que si se materializa con verdadero afán constructivo redunda en una mejora de los proyectos, más allá de su mayor representatividad. Justo en sentido opuesto a lo que propalan los apologistas de la bronca perpetua, la inclinación al pacto no supone una claudicación ni mucho menos entraña cobardía. Al contrario, exponerse al contraste de opiniones divergentes y de datos contradictorios demuestra arrojo intelectual para labrar oportunidades en beneficio de la mayoría desde la solidez argumental. Verbigracia, el acuerdo de las instituciones vascas con el Estado en refuerzo del autogobierno económico y la presencia en foros fiscales europeos.
Frente a la determinación de abonar puntos de encuentro en y desde esta tierra, el PP ha dado la de cal en la arena del Senado, ese circo de cerril hegemonía diestra que ha mancillado la voluntad mayoritaria de la sociedad navarra para recuperar la competencia de Tráfico hurtada por el franquismo hace 60 años. Contrafuero y desafuero sostenidos en la mentira de que se expulsa a la Guardia Civil y sacando de nuevo a ETA a pasear. De lo malo, lo peor.