La colorida melfa la protege del viento abrasador, disimulando un gesto adusto. Es el segundo mes que la cantidad de alimentos de la distribución apenas alcanzará para unos pocos días. Mariem mira con escepticismo las grandes letras azules, PMA, impresas en los sacos apilados en la daira. Su mente ocupada en cómo estirar al máximo la menguante cantidad de alimentos disponibles. La delgadez y el abatimiento de sus tres hijas e hijos, Fátima de siete años, Embarek de cinco y Fadel de dos, la mantiene en alerta permanente. Mañana intentará ir al hospital de su wilaya, a ver si alguna de las comisiones médicas puede ayudarles. Sus vecinas comentaron ayer que habían llegado unas enfermeras de Bilbao. Por la tarde, llamará a su hermano Mohamed a España. Si no puede enviarles un poco de dinero no sabe cómo van a aguantar las dos próximas semanas. Con la mirada fija en las impertérritas rocas que adornan el camino entre las jaimas, arrastra con aire cansado el saco de grandes letras azules.
Esta imagen es una recreación, no existe esta Mariem, ni este hermano Mohamed, ni sus tres débiles hijas e hijos. La comisión médica de Bilbao es una invención. Quizá.
Porque sí que existen miles de esas anónimas Mariem, mujeres que forman parte del 96% de la población refugiada saharaui en Argelia que depende de la ayuda del Programa Mundial de Alimentos para su supervivencia diaria. Mujeres que, como en el caso de la protagonista de nuestro relato, sufren anemia moderada o severa, enfermedad que afecta a más del 50% de las mujeres saharauis.
También existen miles de niños y niñas que, como los imaginarios Fátima, Embarek y Fadel, sufren desnutrición. Según los últimos datos disponibles, el 50% de los niños y las niñas saharauis sufren este grave problema que lastra su presente y, especialmente, su futuro. Entre las más pequeñas y pequeños, quizá otros miles de Fadel, el 80% no alcanzan los estándares de una Dieta Mínima Aceptable, tal y como es definida por la Organización Mundial de la Salud.
Otros Mohamed, desde España o desde cualquier otro país, harán un esfuerzo para enviar un puñado de euros que ayude a aliviar las carencias de sus familias en los campamentos. Otras enfermeras y doctoras viajarán a la hamada argelina desde España, Francia o Italia para dar asistencia médica a las Mariem que acudan, con el corazón en un puño, a pedir ayuda para sus hijas e hijos y, siempre más tarde, para ellas mismas.
Esta imagen, aunque sea ficcionada, es la realidad que se esconde detrás de los grandes números que es necesario conocer: a día de hoy, adentrándonos en la segunda mitad del mes de octubre, de los 92 millones de euros que se requieren para cubrir las necesidades básicas de la población refugiada saharaui en 2024, solo se ha garantizado el 31%. La gravedad de la situación humanitaria del pueblo saharaui está provocada por la inacción de la comunidad internacional y, específicamente, por la languidez diplomática del gobierno español, cuya especial responsabilidad en esta crisis política es innegable.
Y como las desgracias nunca vienen solas, las lluvias torrenciales se han alineado recientemente con el olvido y la irresponsabilidad internacional, afectando a más de 300 hogares saharauis, 141 de los cuáles han sido totalmente destruidos, y a infraestructuras sociales básicas, como escuelas y hospitales.
En este contexto, y pese a la inercia poco edificante de la política exterior española en relación a la situación en el Sahara Occidental, existe la oportunidad de que el Congreso de los Diputados inste al gobierno a adoptar medidas que contribuyan a paliar, aunque sea parcialmente, el déficit de financiación de la asistencia humanitaria al pueblo saharaui.
En el tejado del Gobierno y del grupo parlamentario socialista hay dos proposiciones que piden la habilitación de una partida de emergencia para atender de manera inmediata las necesidades humanitarias de la población saharaui. Formuladas desde posiciones políticas antagónicas, las PNL de Sumar y Partido Popular coinciden en un punto: el estado español tiene que dar respuesta a esta crisis humanitaria. Y tiene que hacerlo ya.
La Comisión de Cooperación Internacional para el Desarrollo será testigo, en las próximas semanas, de la respuesta del gobierno y del PSOE al clamor que se expresa transversalmente en todo el arco ideológico de la sociedad española. No caben subterfugios presupuestarios. Todo depende de la voluntad política.
Hagamos un llamamiento a la actuación responsable y al sentido de humanidad. El pueblo saharaui se merece todo nuestro apoyo y solidaridad. El pueblo saharaui merece vivir con dignidad.
Coordinador General de la Fundación Mundubat