Que la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París haya molestado e incluso ofendido a algunas personas demuestra lo vanguardista y atrevido de su propuesta. Haciendo un símil con lo que pasó, nunca llueve a gusto de todos. Y vaya si llovió. Llovió tanto que deslució algo, tampoco demasiado, el evento. Pero también llovieron muchísimas ganas e ilusión para poner en pie una ceremonia revolucionaria que ha roto con todas las anteriores.
Primero, saliendo del estadio olímpico (que también apareció vacío en un divertido gag) y convirtiendo los espacios más emblemáticos de París en su gran escenario con toda la complejidad que ello supone a nivel logístico y de realización televisiva. Segundo, contando de una manera osada, vanguardista y atrevida la historia de Francia con números musicales con capacidad infinita de asombro y apostando por la diversidad. Y tercero, poniendo en valor al espectador de televisión por encima del que ocupa un asiento en la grada con cambios continuos de escenario y propuestas siempre resultonas.
Tanto fue así que resolvieron una de las partes más tediosas de la ceremonia: el desfile de los equipos olímpicos por países, que siempre supone un largo intermedio que corta el ritmo. Aquí no, en lugar de desfilar en el estadio uno a uno, navegaron por el Sena poniendo en valor al equipo por encima de los abanderados. A veces con música de fondo y otras intercalando el paso de los barcos con diversas propuestas artísticas, incluida la divertida aparición de los Minions, que ocuparon el lugar de la desaparecida mascota olímpica.
Pero el momento más espectacular de la ceremonia quedó reservado, como no podía ser de otra manera, para el final. Cuando Zinedine Zidane, que ya había aparecido a inicio, llegó al escenario del Trocadero de París con Rafa Nadal, que tomó la antorcha, comenzó un juego de música y luces con la Torre Eiffel de protagonista para animar el recorrido de los 3 kilómetros que les quedaban hasta llegar al jardín de las Tullerías.
Les aseguro que sin los confusos comentarios de los periodistas de TVE intentado poner nombre a los deportistas y reclamando rótulos a la televisión francesa, todo resultó más emocionante y espectacular. Acabado el tema y tras descender del barco, París 2024 recordó a Londres 2012 en su emocionante carrera de relevos (incluido el acompañamiento musical) hacia un pebetero desconocido cuyo encendido no resultó televisivamente tan espectacular, ni siquiera cuando alzó el vuelo, pese ir acompañado de ese momento tan emotivo que fue la reaparición de Celine Dion cantando desde la Torre Eiffel, que bien podría haber prestado algo de su exuberante iluminación al globo pebetero, que se quedó pelín deslucido: sólo se veía el humo blanco sobre el globo blanco. Acabada la actuación de la canadiense y en el plano final de la emisión de la ceremonia, el realizador nos regaló una imagen espectacular del pebetero volador, pero ya era demasiado tarde.