Andaba el verano deportivo en Vitoria con más nerviosismo que otra cosa por la falta de noticias –y eso que el Baskonia ya había cerrado dos fichajes– cuando ayer explotó la que sin ninguna duda es la gran bomba del verano baloncestístico. Pablo Laso, hijo pródigo, vuelve a su Gasteiz natal para hacerse cargo del proyecto azulgrana, el que le vio crecer como jugador y convertirse en uno de los mejores bases de la ACB a la vez que el por entonces Taugrés se hacía un nombre entre los grandes. El baskonismo estaba con el ánimo por los suelos después de una temporada cerrada de manera calamitosa a nivel estatal –otra cosa es en Europa, más que notable– y con las dudas de quién podía ahora asumir los mandos de un barco que está lejos de los grandes transatlánticos con los que compite. Pues bien, el nombre de uno de los mejores entrenadores de los últimos tiempos, encima de la casa –su de nuevo presidente, Josean Querejeta, le llamaba Junior cuando jugaron juntos–, revirtió ese bajón anímico para convertirlo en un subidón. A partir de ahora, toca trabajar para que esa ola creciente que se desató ayer tenga continuidad con una plantilla de garantías y más larga con la que el técnico vitoriano pueda trabajar para devolver al Baskonia al sitio que le corresponde.