Volvieron a finales de febrero y desde entonces se han convertido en una atracción para el barrio. Sus andanzas generan conversaciones entre vecinos y paseantes que se detienen en las fuentes de Abendaño para observarlos. Hablo de los patos exiliados desde el cercano estanque del parque de San Martín. En un primer momento eran tres, dos machos y una hembra que ejercía su dominio a la hora de permitir el acceso de los otros a los trozos de pan que les echaban los visitantes. Su ración estaba asegurada mientras que la de sus dos pretendientes dependía de su caprichosa voluntad. Hubo episodios de peleas entre los dos patos, en soledad, como si echar de menos a la pata les llevara a luchar por ser el único que quedara en el estanque a su posible vuelta, que felizmente se produjo a los pocos días. También han recibido visitas hasta ampliar la colonia a cuatro ejemplares, con una pareja clásica y otra del mismo sexo, ocupando cada uno su piscina. En este tiempo han regalado majestuosos vuelos, paseos por los jardines que flanquean el paseo y peligrosas caminatas nocturnas entre coches de vuelta a las Conchas. Ya ven que nos tienen entretenidos, sobre todos a quienes nos acercamos con niños pequeños. Pero no sólo es cosa de críos. Es raro que alguien pase por allí y vea a los patos sin que le cambie el gesto y se le dibuje una sonrisa en la cara.