Los hechos que están teniendo lugar en Gaza en los últimos meses –el próximo 7 de marzo se cumplirán cinco meses desde su inicio– no porque se produzcan a algunos miles de kilómetros de nuestro territorio pueden resultarnos lejanos, ni mucho menos inducirnos a creer que nos son completamente ajenos. Estamos ante unos hechos que además de la destrucción material que están causando en el arrasado territorio de Gaza, están ocasionando una destrucción de vidas humanas que alcanza unos niveles ante los que no es posible permanecer indiferentes; muy especialmente por lo que se refiere a la proporción de víctimas mortales entre la población civil, lo que constituye un dato nuevo y específico de la situación que se está viviendo en Palestina en estos momentos que la diferencia de otros conflictos, incluido los bélicos; y que además no tiene trazas de que vaya a experimentar un proceso de reconducción hacia vías mas razonables en los próximos meses ni, mucho menos, de pacificación definitiva a corto plazo.

Pero además del número de víctimas mortales civiles y, sobre todo, del desproporcionado porcentaje de estas en relación con el número total de bajas, lo que sin duda constituye el hecho mas relevante de los sucesos que están teniendo lugar en Gaza en los últimos meses, es necesario hacer mención a una serie de factores que se están produciendo en torno a este conflicto y que le confieren una especificidad propia. En este sentido, es preciso hacer una inicial referencia a la máxima y más amplia instancia internacional, la ONU, que desde el primer momento viene haciendo llamamientos de forma reiterada e insistente a un alto el fuego inmediato para, a partir de ahí, poder adoptar las medidas que permitan caminar hacia la pacificación de la actual situación. Tanto la Asamblea General de la ONU, por abrumadora mayoría (153 a favor, 10 en contra, 23 abstenciones) como el secretario general, Antonio Guterres, se han pronunciado en este sentido, aunque sin éxito alguno como, por otra parte, era de esperar dada la actitud que viene manteniendo Israel ante las resoluciones de la ONU, que además en esta ocasión ha llegado incluso a arremeter contra el secretario general de la ONU, haciéndole nada menos que cómplice de Hamas…. por pronunciarse en favor de un alto el fuego!

Mayor trascendencia tiene lo ocurrido en el Consejo de Seguridad, dado el papel decisivo que tienen las decisiones de este órgano, al que puede considerarse como el ejecutivo de la ONU; si bien es preciso puntualizar que sus decisiones pueden verse neutralizadas por el veto de alguno de sus cinco miembros permanentes, que es precisamente lo que viene ocurriendo en relación con el alto el fuego en Gaza. En tres ocasiones se ha presentado en este decisivo órgano esta cuestión –18 octubre por Brasil, 8 diciembre por los Emiratos, recientemente 20 de febrero por Argelia– y en ninguna ocasión ha podido salir adelante, a pesar la amplísima mayoría reunida en el conjunto de los quince miembros del Consejo de seguridad en favor del alto el fuego (13 votos a favor, pero veto de Estados Unidos, acompañado por la abstención del Reino Unido). No es previsible que Estados Unidos vaya a variar su posición, imposibilitando así adoptar una decisión de este órgano a favor del alto el fuego, lo que supone prolongar la situación actual hasta que Israel decida poner fin a su operación militar en Gaza.

Una mención especial merece la intervención en esta ocasión del Tribunal Internacional de Justicia, TIJ, máxima instancia judicial de la ONU (no confundir con el Tribunal Penal Internacional), lo que no suele ser habitual, pero en este caso ha sido activada mediante la demanda presentada por la República Sudafricana, reclamando también la adopción de medidas para hacer efectivo un alto el fuego en Gaza. Si bien en su Resolución no hay un pronunciamiento explícito al respecto (tampoco lo ha habido en sentido contrario, como se ha dicho interesadamente estos días en algunos medios) sí se han formulado expresamente una serie de medidas cautelares provisionales con el fin de prevenir acciones que pueden incurrir en prácticas de genocidio (a lo que se alude expresamente, conviene subrayarlo, en el texto de la Resolución del TIJ) y que sí son de obligado cumplimiento por los destinatarios de las medidas; y más concretamente por Israel en su operación militar en Gaza. A la vista de las noticias que diariamente llegan sobre la situación de devastación material en este territorio, incluidos los centros sanitarios y las víctimas mortales en su interior, no parece que se estén cumpliendo, ni vayan a cumplirse, las medidas del Tribunal Internacional de Justicia (TIJ).

Mas allá de las resoluciones del TIJ, por modestas que sean, y de los vetos en el Consejo de Seguridad, por minoritarios que estos sean, el factor realmente determinante para que tenga lugar el alto el fuego, que de forma prácticamente unánime se viene reclamando ante “la situación humanitaria catastrófica en la Franja de Gaza” según las propias palabras del TIJ, es la posición de Estados Unidos, que constituye el principal soporte del Estado de Israel y, en este momento, también del gobierno de Netanyahu. Aunque hay que reconocer que no es posible albergar muchas esperanzas dada la actitud que viene manteniendo Estados Unidos. Al respecto, puesta de manifiesto recientemente una vez más con la decisión de retirar las aportaciones a la UNRWA, arrastrando con ella a otros países a adoptar la misma posición y agravando así la situación de la población civil en Gaza privándola de su principal, y a veces la única, fuente de recursos para sobrevivir.

Además de la intervención decisiva de EE.UU. (y de las instancias de la ONU en los términos reseñados) es preciso hacer una referencia específica a la UE, de la que formamos parte; en este caso más que por su intervención activa por su pasividad y falta de iniciativas ante una situación como la que está teniendo lugar en Gaza (y también en Cisjordania, que queda eclipsada por los sucesos en Gaza, pero no puede ser olvidada). Llama la atención la ausencia de la UE en un escenario en el que se está tratando sobre una cuestión que le afecta de forma especial y ante la que en los casi cinco meses transcurridos desde el 7 de octubre pasado no ha sido capaz de plantear iniciativa alguna, aunque solo fuese en favor de un alto el fuego. Ni siquiera acogiéndose al paraguas que proporcionan las iniciativas mayoritarias en la Asamblea General y en el Consejo de Seguridad de la ONU o en favor del cumplimiento efectivo de las medidas cautelares provisionales de la Resolución del Tribunal Internacional de Justicia (TIJ).

A falta de una intervención activa y de una posición común de la UE ante la situación en Palestina, solo cabe valorar positivamente iniciativas como la encabezada por los jefes de los ejecutivos irlandés y español, Leo Varadkar y Pedro Sánchez, para que la Comisión verifique si se cumplen las cláusulas del Acuerdo de Asociación UE-Israel, que entre otras cosas exigen expresamente (art. 2) el respeto a los derechos humanos y, en caso contrario, proponga las medidas oportunas, entre las que se alude a la revisión parcial o total del Acuerdo de Asociación. Hay que recordar que ya se ha activado este mecanismo en otras ocasiones (en relación con Siria en 2011) y que la relatora de la ONU para Palestina, Francesca Albanese, se pronunciaba recientemente en este sentido ante “el reconocimiento por parte del TIJ del riesgo de genocidio”.

No es posible prever en este momento cual va a ser el escenario final (no solo en Gaza, también en Cisjordania) tras los estragos materiales y humanos perpetrados por el Ejército israelí contra la población civil palestina, sin duda los mayores hasta la fecha desde el nacimiento del Estado de Israel. Pero sean cuales sean los planes del actual Gobierno de Netanyahu para el futuro de Palestina, que a juzgar por las informaciones filtradas por el propio ejecutivo israelita no permiten ningún optimismo, el mayor error que podría cometer es creer que tras esta operación se ha avanzado en la solución del problema que desde hace ya casi ocho décadas permanece enquistado en las relaciones israelo-palestinas. Por el contrario, puede afirmarse que la situación hoy es peor en todos los aspectos que la que existía antes de emprender esta operación; para los palestinos, por supuesto; pero también para Israel, que a pesar de los éxitos de su operación y de los daños infringidos a la población civil palestina tiene hoy una posición más débil y unos riesgos para su seguridad mayores que hace cinco meses.

Profesor