La llegada masiva y constante de migrantes desde las costas occidentales de África hacia las islas Canarias, especialmente intensificada desde hace prácticamente un mes, está provocando una grave crisis humanitaria que, nuevamente, ha derivado en una lamentable trifulca política en el Estado. Esta oleada de personas a bordo de embarcaciones precarias y en condiciones preocupantes es la mayor registrada desde la denominada crisis de los primeros cayucos hace casi treinta años. Se calcula que casi 30.000 migrantes han alcanzado alguna de las islas canarias desde principios de año, lo que ha saturado los servicios de acogida del archipiélago, que se han visto desbordados. Ante esta tesitura, el Gobierno español intenta atajar la crisis mediante el traslado masivo de migrantes a distintos puntos de la geografía del Estado. Si bien la solidaridad –también la interterritorial– es imprescindible para evitar el colapso de los servicios de las zonas en las que tienen lugar las llegadas, la forma en la que está actuando el Gobierno español, mediante la imposición por la vía de los hechos y la absoluta falta de información a las comunidades autónomas y ayuntamientos a las que está trasladando a los inmigrantes, no es de recibo. La inmigración requiere de un tratamiento integral y no solo de una distribución de personas que cuentan con sus derechos. Un tratamiento que debería pasar por ser respetuosos con la legislación internacional en materia de refugio, cosa que no se está haciendo, ya que se les dificulta el reconocimiento. Ayer mismo se conoció que el joven egipcio que llegó a Bilbao como polizón en la bodega de un avión ha visto denegada su solicitud de asilo. También es obligada una estrategia de mejora de las condiciones en origen. Pero, sobre todo, lo que es lamentable es que este asunto se convierta en motivo de rifirrafe para la oposición. La deshumanización que conllevan los discursos sobre las personas migrantes y el racismo a flor de piel que supuran desde la derecha de PP y Vox es inaceptable e inmoral. La izquierda debe entender también que no basta con discursos buenistas que no solventan el problema humanitario, solo lo trasladan. Una estrategia europea conjunta de gestión de las causas de la inmigración en origen parece hoy ciencia ficción pero es prácticamente el único modo de tratar con coherencia las limitaciones de los sistemas de asistencia en destino.
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