Lanzada la campaña, la inmensa mayoría de televisiones, radios y periódicos evidencian sin pudor su desprecio por estas elecciones autonómicas, forales y municipales al venderlas a todas horas como la primera vuelta de los comicios estatales de finales de año. No se engañen, son los intereses privativos los que les mueven, pues el más zoquete de los analistas políticos sabe perfectamente que la existencia del ciudadano común depende mucho más de la gestión local y regional que de los avatares de la Moncloa y las Cortes españolas. Y viceversa. 

Qué decir de Euskadi, con su fecundo autogobierno como basamento de calidad de vida porque obliga a gastar según lo recaudado y luego permite ajustar con prontitud la inversión a las necesidades reales de la sociedad, cuya cohesión primero y desarrollo sostenible después constituyen los ejes de su bienestar general. Por eso la defensa y aun profundización de ese autogobierno –todavía sin completar de acuerdo al Estatuto– debe erigirse como el gran catalizador de voto frente a la nociva abstención y además de un sufragio racional, sobremanera en este contexto de incertidumbre económica urgido de estabilidad. Como argumento prepolítico antes de, en función de la autopercepción de dónde nos ubicamos ideológicamente, reflexionar para qué sirvió nuestro último voto y sobre qué proponen las candidaturas aledañas a la que en principio mejor nos representa. Para luego dejarse embargar ya por la emoción, esas filias y fobias personales digamos naturales. 

Puesto el foco en lo prioritario, este 28-M servirá subsidiariamente a modo de toma de temperatura no tanto del pugilato entre Sánchez y Feijóo, porque el trasvase del PSOE al PP resulta un mantra secular de la derecha mediática para presionar al socialismo timorato, como de los equilibrios internos en los bloques progresista y conservador. Comenzando por la siniestra, la incógnita principal reside en el grado de desplome del mundo de Podemos, con Yolanda Díaz a la espera para conseguir una integración barata en Sumar. Bien entendido que Sánchez difícilmente puede sostener un Gobierno estable sin una izquierda a su izquierda mínimamente pujante y además pragmática. En cuanto al frente a la diestra, veremos qué es de Vox en lo numérico y de su juramento de solo apoyar al PP si les mete en los gobiernos. Y mucho ojo Feijóo con Ayuso, que saldrá del 28-M todavía más empoderada, puertas adentro y ante los soportes comunicativos del PP. 

Especial atención en el zafarrancho autonómico merece Navarra, que se debate entre la gobernanza plural sobre la cohabitación del socialismo con el vasquismo de Geroa Bai o el esencialismo navarrista excluyente abanderado por UPN. Ese foralismo españolista que se presenta en solitario tras dos legislaturas fuera de la Diputación y después de romper la alianza con PP y Ciudadanos, un guiño a la desesperada al PSOE por si entre ambas siglas alcanzaran la mayoría absoluta. De toda la aritmética ajena a la CAV, nada más trascendente que la ecuación navarra.