Llevamos varios meses de una campaña electoral inacabable pero es precisamente ahora cuando realmente comienza la de verdad.
Está siendo una campaña dura, cansina, incluso sucia, especialmente desde una derecha que, desde que perdió el poder en tiempo de Rajoy, no ha sido capaz de admitirlo, al considerar que lo natural es que ese poder sea exclusivamente suyo casi por decisión divina.
Está valiendo todo con tal de desalojar a los, según ellos, usurpadores del gobierno. La izquierda debiera tener vetada esa posibilidad, mucho más, si entra en la ecuación la que consideran extrema izquierda y más aún si se les añaden separatistas, para ellos antipatriotas y gentes de mal vivir.
No debemos cometer la torpeza de analizar que en esa derecha solo están situadas las organizaciones políticas de PP y Vox, ya que van arropados y apoyadas también por sectores muy poderosos de la economía, mediáticos, e incluso la cúpula de la poderosa Iglesia católica.
Hace 87 años fueron capaces para lograrlo de dar un golpe de estado provocando así una cruel guerra civil. Lo que no pueden conseguir por los votos son capaces de lograrlo con métodos menos legítimos.
Han embarrado durante estos meses el terreno de juego utilizando todo tipo de argucias, descalificando cada acción positiva del gobierno de coalición. Utilizando incluso lo que algunos denominan fake news y que son simplemente mentiras.
Su patriotismo rancio han sido capaces de transformarlo incluso en traición al país, cuando desde fuera desacreditan las medidas del gobierno. Lo ocurrido con la reforma de las pensiones es para cum lauden.
Juegan el partido con dos ventajas respecto a la izquierda, sin el lastre que supone hacerlo con la ética y fortalecidos por el tradicional cainismo de esta agudizado en los últimos tiempos.
Ahí está la clave para lo que está por venir. Primero, el 28 de mayo las municipales, forales y autonómicas y en diciembre, las generales.
Después de una legislatura difícil pero fructífera, en la que el gobierno de coalición ha tenido que lidiar con situaciones de gran dificultad. Primero la epidemia del covid, después la erupción del volcán en La Palma, una sequía prolongada y para rematar la faena la guerra provocada por Putin en Ucrania, que nos ha traído la temida crisis económica.
A pesar de ello, a pesar de crisis internas provocadas inicialmente por la dimisión del vicepresidente Pablo Iglesias, a pesar del lío provocado por una ley necesaria del solo sí es sí pero mal elaborada, que trajo como consecuencia la reducción de penas para algunos canallas, a pesar de tensiones con la ley trans, o la de vivienda, o la dejación con la llamada ley mordaza, han ido salvando el temporal.
El último CIS de Tezanos resaltaba que aún no está todo perdido y todavía se puede mantener el gobierno. Incluso si la terquedad de algunos logra que no exista una lista común en la izquierda que se sitúa a la izquierda del PSOE.
Es cierto que desde que Tezanos lo dirige dicho CIS no goza de buena salud recibiendo numerosas críticas, especialmente desde quienes no reciben buenas noticias de él.
Pero también cabe reseñar que es la macroencuesta más importante que se realiza y que efectivamente falló en sus previsiones en las elecciones autonómicas de Madrid y Andalucía. Pero lo que callan los críticos es que clavó los resultados de las últimas generales y eso podría pasar de nuevo ahora.
Comienza pues una recta final crucial para el futuro de este país (ponga aquí cada cual lo que desee).
Hemos hablado de lo negativo de este gobierno, pero para ser justos debemos reseñar también lo positivo.
Con luces y sombras, su labor en la pandemia tiene saldo positivo. Tomó medidas que han protegido a los más débiles; los ERTE, sobre alquileres y desahucios que han culminado en la reciente Ley de Vivienda, o creó el Ingreso Mínimo Vital, propuso la reforma laboral anulando partes negativas de la que puso en marcha Rajoy, ha subido el salario mínimo, o las medidas anticrisis que han permitido sobrevivir a una parte importante de la sociedad.
También actuó sobre los precios de la energía y los carburantes, o medidas de control del IPC que comienzan a dar resultado.
Lo primero que debieran preguntarse los votantes de la izquierda críticos que están pensando en abstenerse, es si esas medidas se habrían puesto en marcha con un gobierno de mayoría absoluta de PP y Vox, que es lo que se nos viene encima si no reaccionamos a tiempo.
Porque en las elecciones que nos vienen las izquierdas mayoritarias ahora en la sociedad, se pueden quedar en minoría no solo por las broncas en su interior que desactiven la participación de sus seguidores, sino también porque estos funcionen con ceguera o miopía en mayo y diciembre.
Está muy bien ser críticos, lo está que cada partido de la izquierda defienda con esa ceguera o miopía lo que considera suyo, pero nos jugamos mucho, demasiado en esas contiendas electorales y todos y todas tenemos la responsabilidad compartida de lo que suceda en ellas.
Las cúpulas de PSOE, Podemos y Sumar deben ser conscientes de que si después de todo el esfuerzo realizado, después de la positiva labor realizada, si por no tener altura de miras se pierden, millones y millones de ciudadanos de este país sufrirán sus negativas consecuencias.
El mismo mensaje es para quienes entre la ciudadanía progresista por dejación, o falta de responsabilidad no vayan a votar.
Se puede entender que la derecha acceda de nuevo al poder si tienen más votos, lo que es difícilmente entendible es que lo haga por no participación de nuestros votantes.
A esos votantes críticos con el PSOE les digo: no se os ocurra abstenerse, que es preferible antes votar a Podemos, a Sumar, en Catalunya a ERC, en Euskadi a PNV o Bildu. No puede, no debe ir ni un voto progresista a la abstención, ni uno.
Veremos…