La acción política se enfrasca frecuentemente en los problemas cotidianos sin que le sea posible remontar el vuelo. Es uno de los riesgos de la acción política condicionada a diario por la problemática sucesiva de los casos concretos, entregada a una obra de parcheo de las fisuras que se van produciendo pero sin abordar las causas últimas de los antagonismos. En el día a día se opera sobre los antagonismos tratando de aliviarlos en cada caso concreto, en cada fricción coyuntural, en cada choque puntual. Es la aparentemente irresoluble contradicción entre lo grande y lo pequeño, lo macro y la identidad, la globalización y lo local, el nacionalismo uniformizante del poderoso y el pequeño defensivo, el miedo escénico al paisaje futuro y la necesidad de afrontarlo con garantías cual madeja enredada entre hilos vascos, españoles, europeos, mundiales. Se trata del pulso entre el pasado que no volverá y el presente a superar, y un futuro a modelar de multinacionales, uniones, concentraciones y economía mundial.

Es de justicia

De ahí la necesidad de la presencia de Euskadi, de la cultura vasca, el euskera y los vascos en la UE y en el mundo, y ello a pesar / y aunque, en esta primera instancia, la UE se articula en exclusiva a través de estados que se resisten por ahora a delegar y compartir soberanías. Todas las naciones tienen derecho a reclamar y ser sujetos de su futuro, pero ese futuro en pleno proceso de globalización y mundialización, solo será real, posible y con perspectiva, si es compartido y cuando las políticas llevadas a cabo actúen en positivo sobre los hechos y las voluntades. Quizás la existencia de una comunidad supraestatal como la UE, o el mundo mismo, supondrá en el tiempo un proceso de superación de todos los nacionalismos sin excepción, es decir de los grandes-estatales-uniformizantes y también de los pequeños-sin estado-defensores de su identidad. Quizás ese proceso se dé más fácilmente en aquellas que logren incorporarse en igualdad de condiciones, voluntaria y solidariamente a “eso” supraestatal que se construye como comunidad de naciones. El pulso pasa del campo teórico a la experiencia histórica que está por escribir. Porque por nuestra voluntad de querer seguir siendo vascos estamos, lo queramos o no, convocados a un futuro que a su vez nos convoca.

Toda Nación ha de conocer su historia saber divulgarla. La emigración ha sido una constante a lo largo de nuestro devenir como Nación, de un modo especialmente intenso a lo largo de los siglos XIX y XX, teniendo a América como principal destino. En ese sentido hay que reconocer el valor y la estratégica importancia del trabajo de las Euskal-Etxeak que se erigieron en hogares de acogida y confraternización, posibilitando el mantenimiento de nuestro acervo cultural y su transmisión a las siguientes generaciones. Estas instituciones tienen hoy que desempeñar un papel decisivo en nuestro porvenir como Nación a través de la reactualización y adecuada adaptación de nuestro legado nacional y cultural a las necesidades propias de los tiempos actuales. Los tiempos cambian con inusitada velocidad y hay que reconocer que junto con esta emigración histórica, en los últimos años vivimos otro tipo de emigración vasca al exterior, denominada “migración circular”, con un perfil mayormente profesional, joven, de alta movilidad, elevada cualificación y una intención inicial de residir temporalmente en el exterior.

En este siglo XXI y en plena época de la globalización uno de los grandes retos a afrontar radica en evitar la uniformización de los pueblos y la extinción de las minorías y de las diversidades culturales que enriquecen este mundo. La tecnología del momento permite ser aplicada en clave de oportunidad y ser utilizada como herramienta estratégica que ayude a fortalecer la identidad vasca global por encima de cualquier frontera y a preservarla en su interacción intergeneracional. El porvenir de la Nación vasca pasa pues por incorporar estructuralmente a su octavo Herrialde y posibilitar así, a través de la tecnología y de la digitalización que toda persona vasca en el mundo sea partícipe de forma activa en la construcción de nuestro futuro conjunto.

Ahora nos toca recibir a personas migrantes que buscan un nuevo futuro en nuestro pueblo. Fuimos acogidos, debemos acoger y abrir los brazos de Europa y Euskadi a personas que, sin duda, van a participar en el futuro de nuestro País. La UE debe cambiar de raíz y aprobar una política común para acoger a las personas que buscan refugio y un nuevo futuro en nuestra tierra. Nos corresponde asumir la responsabilidad y construir un compromiso compartido para responder a la realidad de las personas refugiadas y migrantes que se encuentran en situación de gran vulnerabilidad ante las puertas de la casa común europea. Es de justicia. No podemos mirar para otro lado como sociedad. Así, de esta forma se manifestó el lehendakari Urkullu en el último Aberri Eguna en la Plaza Nueva de Bilbao el 17 de abril cuando se refirió a las guerras en general, y a la invasión/agresión de Putin a Ucrania en particular y a los millones de refugiados que ha generado este auténtico desastre humanitario. Apela a la justicia compartida de los vascos y sus instituciones en la acogida de esas personas que huyen desesperados de sus países. Fuimos acogidos al final de las “Carlistadas”, fuimos acogidos al término de la Guerra Civil. Fuimos acogidos, seamos acogedores. Afrontemos el reto de la inmigración con solidaridad y responsabilidad colectiva, no dejemos a nadie en la cuneta, el no hacerlo además de negar los derechos más elementales y más básicos de los DDHH sería olvidar nuestro pasado, un pasado que fue presente trágico para muchos de nuestros antepasados. Es de justicia.

La ciudadanía vasca, la sociedad vasca en su conjunto, está convocada al futuro, a un futuro que, por cierto, a su vez, ya nos ha convocado. Respondamos, lo repito con solidaridad y responsabilidad compartida.