El sábado 17 de diciembre, el Foro Social Permanente presentó en el Palacio Miramar de Donostia diez recomendaciones para construir una Memoria Crítica Inclusiva.

En la crónica de este periódico, para contextualizar la iniciativa, se afirmaba que “aunque ha pasado más de una década desde el cese definitivo de ETA, el debate del relato sigue bloqueado”. Esta es la frase que puede resumir el estado de la cuestión y que nos debería interpelar a todas. ¿Debemos resignarnos a que, once años después de la Conferencia de Aiete, este tema tan delicado siga “bloqueado”?

Ese ha sido, precisamente, el objeto de nuestra iniciativa: la importancia de construir una memoria que, sin olvidar nada de lo ocurrido, aprendiendo de los graves errores, nos permita mirar juntas al futuro.

Y no es casualidad que el Foro Social haya decidido presentar ahora estas recomendaciones, ya que en los últimos meses ha sido cuando se ha empezado a transitar del espacio de la confrontación al espacio de la construcción.

Se están dado pasos de calado que, tal vez, no hayan sido suficientemente perceptibles para la ciudadanía. Al principio con pequeñas señales, muchas conversaciones, construyendo espacios de diálogo seguros y tejiendo complicidades, poniendo en valor lo común sobre la diferencia. Un trabajo de coser con hilo fino, porque el de la memoria es un espacio delicado en cualquier proceso y también en nuestro caso está siendo materia sumamente sensible.

Así las cosas, desde el Foro Social hemos detectado que se han empezado a construir los primeros consensos en cinco aspectos: (1) El impulso del relato único está agotado: de puertas para adentro, todos los agentes reconocen que la memoria deberá ser poliédrica y, de puertas para afuera, se empiezan ya a ver señales. (2) La memoria debe ser inclusiva ya que las exclusiones son la semilla de futuros conflictos. (3) Es difícil analizar el pasado con la mirada del presente y, para ello, es necesario analizar el contexto en el que se produjeron los hechos. (4) Todos los relatos deben poder expresarse, pero la línea roja es que la mirada sea crítica con lo ocurrido y con la responsabilidad intransferible de cada parte y de cada uno de sus actores. No son aceptables los relatos autojustificativos, como estamos viendo recientemente ante las declaraciones de J. Barrionuevo, etc. (5) No es lo mismo el relato que la memoria, o que la historia: solo diferenciando estos conceptos podremos dar pasos.

De los relatos de guerra a las memorias de paz

Durante años la seña de identidad de la denominada “batalla del relato” ha sido la intención de imponer un relato único comprendido en un marco de partes vencedoras y vencidas que, como hemos comprobado, es un obstáculo para la convivencia democrática y la reconciliación. Un marco que, como se ha constatado, genera nuevos espacios de crispación social y política, y más en tiempos de una peligrosa polarización del debate.

La experiencia ya acumulada indica que esas dinámicas del pasado nos llevarán a seguir manteniendo una sociedad con relatos incompatibles sobre el ciclo de violencias de nuestro pasado reciente y con dificultades para construir un proyecto común de futuro.

Pese a las dificultades, el Foro Social Permanente ha trabajado esta temática tanto de manera discreta como pública. De forma discreta desde 2019, con dos procesos: el Foro de Relatos en la CAV y el Diálogo de Memorias en Navarra. Han sido dos experiencias en las que han participado un total de veinte personas con tradiciones políticas y visiones de lo sucedido muy diferentes. Desde personas que fueron de ETA a activistas por la paz, así como sindicalistas, feministas, defensoras de derechos humanos, académicas o personas que tuvieron responsabilidades institucionales. El objetivo ha sido generar espacios de confianza para, desde el debate templado, el respeto y el sosiego, tratar de que estas personas compartan sus visiones y sus porqués.

Y también hemos trabajado de forma pública, mediante diversos instrumentos, como el Mapa integral del sufrimiento y los Diálogos improbables.

He hecho referencia a las señales que están apareciendo. Quizás la más relevante sea el documento Begiradak, impulsado por el Gobierno Vasco y redactado por las víctimas Josu Elexpe, María Jauregi y Axun Lasa y por las historiadoras Unai Belaustegi, Eider Landaberea y Virginia López de Maturana.

Desde el Foro Social compartimos el diagnóstico de este documento cuando afirma que “la sociedad vasca ha ganado en confianza y entiende que se dan las condiciones y los consensos para profundizar en la construcción de un modelo sólido de convivencia democrática a partir de la revisión crítica y autocrítica del pasado reciente”. En nuestra opinión, una de las aportaciones de más calado es la conclusión de que personas tan diversas coincidan en que no nos vamos a poner de acuerdo en “por qué” ocurrió.

Si debiéramos resumir en una frase dónde estamos ahora en la cuestión de la memoria, esta sería: existe consenso en el horror de lo ocurrido, hay disenso en el por qué ocurrió y hay acuerdo en un futuro de convivencia democrática sin violencia.

Toca entonces hacerse ahora la siguiente pregunta: ¿Es este un campamento base suficiente para que podamos afrontar el futuro? Nuestra respuesta es: rotundamente sí, siendo conscientes de que esta cuestión nunca dejará a ninguna parte satisfecha al 100%. Se trata de un ejercicio de madurez como sociedad.

Y entendemos que corresponde hacerlo a nuestra generación y no dejar esta cuestión sin resolver a las venideras. Ni podemos pasar página demasiado rápido, ni podemos quedarnos en los parámetros que la “batalla del relato” quiere imponer.

Nos corresponde a todas generar una atmósfera social que, por una parte, permita desarmar la palabra y, por otra, favorezca la implementación de estas diez recomendaciones y poder así avanzar en la construcción de memorias para la paz, dejando definitivamente atrás los relatos de guerra.

Coordinador de Foro Social Permanente