Qué es la memoria sino un eterno intercambio de valores, un reparto y un desembolso incesante y un contar desde el principio con la esperanza de que cuadre el balance, de que lo que fue vuelva sin merma, íntegro, intacto, puede incluso con los réditos del amor y la nostalgia” (Hans Magnus Enzesberger).

La memoria en dos espejos de dos memoriosos

La cita me ha venido a la cabeza después de leer el texto Palabra de Iñaki (Editorial Literarte) que sus autores Iñaki Anasagasti e Iñaki Errazkin me han hecho llegar para que lo prologue. El centenar de páginas escritas del original se leen en un vaivén, pasan como un suspiro, y quienes vivimos los hechos que se relatan revoloteamos de página en página para verificar, poner en entredicho o recalificar lo que se nos cuenta. Porque todo es reconocible, y, sin embargo, no acabamos de encajar en nuestro registro algunos dichos y vivencias. El libro, pletórico de sentido del humor, rareza en los textos de proyección política, no es exactamente el resultado de entrelazar dos biografías a la manera de las Vidas Paralelas de Plutarco. En realidad, se trata de una superposición de opiniones, relatos y prácticas de dos personas que han tenido escaso contacto personal y que han vivido el tumulto y el frenesí de la política vasca desde dos posiciones antagónicas y dos universos mentales contrapuestos. Es el mayor logro de la iniciativa surgida hace escasos meses y llevada a cabo en tan solo uno, por cierto de una curiosa e innovadora manera.

Por whatsapp

Resulta que los Iñakis, a impulsos de Errazkin, se pusieron de acuerdo en cruzarse mensajes de WhatsApp en los cuales iban trenzando un diálogo político que, finalmente, ha resultado una excelente exposición de las diferentes posiciones y argumentos que, durante años, han venido manteniendo secamente el EAJ-PNV y la Izquierda Abertzale.

Más o menos. Porque Anasagasti es un genuino representante del ser y sentir jeltzale, aunque con tintes de “radical libre” que le llevan en bastantes ocasiones a estar en el punto más alejado del vórtice del partido, mientras Errazkin, que militó en tiempos ya lejanos en la Izquierda Abertzale, se muestra más internacionalista o demócrata radical que abertzale conspicuo.

El debate se sostiene y resulta genuino porque a los Iñakis les va la marcha. No hay afirmación sin réplica y las síntesis son casi inexistentes. Las respectivas biografías marcan el tono. En la de Anasagasti hay una linealidad apabullante: hijo, nieto, sobrino, esposo de familia nacionalista vasca, paterna y materna, que se incrusta en el núcleo fundacional del PNV. Algo parecido a las familias republicanas irlandesas. Cuando, debido a mis relaciones con el Sinn Fein, visitaba Belfast o Atha Cliah (Dublín) y convivía con militantes republicanos, descubrí que todos tenían lazos familiares con el IRA (cuando no formaban parte directa), con los presos fenianos o los alzados durante la Rebelión de Pascua. Pocos procedían de familias “normales” si como “normales” pudiéramos calificar a los ajenos a la lucha por la independencia. Por lo tanto, que Anasagasti naciese en el exilio era casi una predestinación, y que se dedicase a la política, una obligación, un “compromiso” como hace no tanto tiempo se llamaba, antes de que la política se convirtiera en oficio. Bien distinto es el caso de Errazkin, hijo de militar español reconvertido en policía municipal si bien con antecedentes de ser víctima su abuelo paterno de los odios rurales de un pequeño pueblo del Bierzo donde fue asesinado por guardias civiles del puesto local mientras su hijo, el padre del coautor del libro, servía en el ejército de Franco. Botón demostrativo del salvajismo de una guerra que, además, tenía a la futura madre de Errazkin, de familia socialista bilbaína, en el bando perdedor. Con esos antecedentes el posicionamiento político de Errazkin no fue “natural” como en el caso de Anasagasti, sino “disruptivo”, el producto del shock ideológico sufrido por un joven que vive el final del franquismo entre manifestaciones y protestas en la Euskadi insurgente de finales de la dictadura y la mesa del comedor familiar ajena a aquel follón.

La inevitabilidad histórica del nacimiento de ETA como agónica resistencia contra el franquismo, en opinión de Errazkin, se contrapone con la fatalidad de su existencia por la desgracia que supuso para los ciudadanos y para el propio proyecto nacionalista contaminado por aquella, según Anasagasti.

Como cerezas de un cesto

La Transición, vista como el paso del autoritarismo a la democracia representativa, es también objeto de debate. Errazkin la analiza como un trágala con los poderes fácticos y los influyentes agentes internacionales (EE.UU., Comunidad Europea, etc.) y Anasagasti considera que no podía haberse hecho de otra manera (en este punto el “inevitabilista” es él). Las posiciones sobre el Estatuto de Autonomía, la central atómica de Lemoiz, la escisión PNV-EA, la dispersión de los presos, los pactos políticos con el PSOE y el PP, las intervenciones ante las diferentes crisis económicas, la atención a los sectores más desprotegidos, Osakidetza, Guggenheim, Nafarroa, Iparralde, guerra de Yugoslavia, y hasta la actual en Ucrania tras la invasión de Rusia, se suceden como cerezas que uno saca del cesto y acaban todas enredándose. Y de repente, caigo en la cuenta del quid de la cuestión: el discurso de los autores se podría sintetizar como un debate entre la Ortodoxia de un Errazkin en todo momento sujeto a principios, que él llama jocosamente mantras, y la Ortopraxia de un Anasagasti que concibe la política como un constante ejercicio para obtener resultados. Si el lector prosigue en la lectura de esta curiosa conversación-debate-ejercicio de memoria, cosa que no pongo en duda en ningún momento, llegará a la conclusión de que no es tiempo perdido, de que los interlocutores son tan solventes como inmiscibles y de que no está nada mal su ejercicio de “bertsolarismo” en prosa porque entretiene tanto como anima a la grada.

Eskerrik asko bihotzez (de todo corazón), estimados Iñakis, por mostrarnos una parte de la historia política de nuestro país a través de vuestra memoria en dos espejos, el uno cóncavo y el otro convexo.

* El texto de este artículo constituye el prólogo del libro ‘Palabra de Iñaki’, escrito por Iñaki Anasagasti e Iñaki Errazkin (editorial Literarte)