Soy nacionalista: para mí la Ikurrina es un símbolo de lo que soy y de lo que quiero ser, y no permito por ello que nadie la manche (y en este país la han manchado quienes decían atentar en su nombre) ni se me ocurre hacerlo. En Israel, durante la marcha de la bandera, sin embargo, solo consiguen mancharla con odio, con ansias de venganza y hasta con la sangre que salpica durante los enfrentamientos directos. El paseo triunfal de ciudadanos israelíes en barrios palestinos, provocando mientras son protegidos por el ejército, resulta injustificable para cualquiera que tenga una mínima sensibilidad y experiencia vital.