radicionalmente, las políticas de innovación han sido consideradas en Estados Unidos como un elemento estratégico y de seguridad para el país. Esta concepción se ha acentuado a partir de la explosiva evolución de la revolución tecnológica que comenzó en California en los años 80 del pasado siglo y que, en su más reciente versión global, se ha venido en llamar “cuarta revolución industrial”.

El incesante ascenso de China como potencia tecnológica y rival geopolítico también ha contribuido significativamente a colocar la innovación como una prioridad en Washington. Los dos grandes partidos han sido capaces de converger a favor de los intereses estratégicos del país aunque, en muchos sentidos, también enfocan la tecnología y la política de innovación de formas marcadamente diferentes.

Trump se enfocó en reducir la presencia gubernamental en la economía, incluidos impuestos y regulaciones. Su administración adoptó este enfoque con una serie de tecnologías emergentes, incluidos los sistemas de transporte autónomos y la inteligencia artificial (IA), impulsando un enfoque basado en principios de innovación sometidos exclusivamente al mercado. Si bien los presupuestos de Trump aumentaron la financiación para la investigación en algunas áreas tecnológicas, especialmente la IA, en general buscaron recortar el apoyo gubernamental a la investigación.

El plan económico de Biden se centra en temas más tradicionales, como la expansión de la atención médica y la inversión en infraestructura física, pero también en apoyar una inversión pública significativamente mayor en I + D y producción avanzada.

El enfoque de Biden sobre la política de tecnología e innovación parece estar formulado para involucrar al gobierno como un socio activo junto con la industria en el establecimiento de una agenda nacional de tecnología e innovación, y regular de forma más amplia y estricta a muchas industrias tecnológicas.

Además, un enfoque particular de la agenda de Biden es apoyar la política de innovación que logre objetivos de política social, como revitalizar comunidades y regiones económicamente debilitadas y apoyar oportunidades económicas entre grupos desfavorecidos, incluidas las minorías raciales. Trump apoyó una mayor inversión en infraestructura de banda ancha rural; Biden está impulsando inversiones federales mucho mayores en este tema.

En lo referente a innovación climática, la administración Trump prácticamente no hizo nada; de hecho, sus propuestas presupuestarias recortaron la financiación de la I+D en energías limpias. Por el contrario, si bien gran parte de las propuestas de Biden relacionadas con el clima se centran en la regulación y adopción de tecnologías existentes (por ejemplo, aislamiento de edificios), el presidente también apoya aumentos masivos en la financiación de I+D de energía limpia.

Difieren en inmigración, con Biden adoptando la posición demócrata más tradicional, que apoya aumentos en la inmigración tanto de alta como de baja cualificación. Trump, por el contrario, se opuso a aumentar las cuotas de inmigrantes, incluidos los trabajadores tecnológicos de alta cualificación que reciben visados de trabajo H1-B.

Biden ha propuesto aumentos significativos en la inversión pública en educación y formación profesional, mientras que Trump redujo la financiación, aunque aumentó la de los programas de aprendizaje y propuso que el gobierno federal contratara en función de las capacidades, no de los títulos.

En cuestión de impuestos y regulación, ambos difieren significativamente. Biden ha propuesto impuestos más altos a las empresas, en particular a las grandes corporaciones, regulaciones más estrictas, incluso sobre privacidad y proveedores de banda ancha, y una aplicación antimonopolio más agresiva, particularmente a las grandes empresas de Internet.

Trump adoptó un enfoque republicano más tradicional de regulaciones más ligeras e impuestos comerciales más bajos, y un enfoque antimonopolio que se basa en el principio de bienestar del consumidor. La excepción son las plataformas de Internet, contra las que Trump adoptó una postura antimonopolio agresiva, al igual que Biden.

La administración Trump estuvo atenta a la política de innovación e I+D, enfocando sus energías especialmente en cinco “industrias del futuro” clave: IA, computación cuántica/ciencias de la información cuántica, redes de comunicación avanzadas que incluyen 5G, fabricación avanzada y biotecnología. Trump respaldó aumentos considerables en los presupuestos de I+D para estas tecnologías. Sin embargo, pidió recortes generales en la inversión federal en I+D, en particular con respecto a los presupuestos de los Institutos Nacionales de Salud (NIH), la National Science Foundation (NSF), y programas científicos en el Departamento de Energía (DOE) y la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA).

Biden continúa algunas de esas políticas y ha iniciado otras, con un claro aumento de la inversión federal. Ha propuesto y convertido en ley nuevas e importantes inversiones en I+D, del orden de 300.000 millones de dólares durante cuatro años, en particular para tecnologías innovadoras. También ha enmendado muchas iniciativas existentes de apoyo a las pequeñas empresas para aumentar su enfoque en las empresas propiedad de minorías y mujeres.

La administración Biden trabaja con el sector privado para acelerar el desarrollo y el despliegue generalizado de tecnologías que mejoran la productividad para ayudar a transformar sectores como la salud, la educación, la manufactura, el transporte y el gobierno, así como abordar cuestiones complejas de política a nivel mundial: protección de datos, ciberseguridad y comercio digital. Biden también mantiene la tradición de los EEUU de no regular Internet y las plataformas on line agresivamente, y de perseguir la actividad ilegal (ataques cibernéticos y robos de IP digital) sin cesar.

No hay espacio para resumir cómo tratan los dos grandes partidos temas como la banda ancha y las telecomunicaciones, la educación para una sociedad innovadora, la fiscalidad y las regulaciones, el comercio electrónico, la fabricación avanzada, las energías limpias o la biotecnología. La innovación tecnológica es un factor clave para lograr prácticamente todos los objetivos más importantes de Estados Unidos: mejorar la salud pública, fortalecer la seguridad nacional, mejorar la competitividad, garantizar aumentos sólidos en los niveles de vida y abordar el cambio climático.

Eso no sucederá si el gobierno no desarrolla e implementa un conjunto coherente de políticas para promover la innovación mientras evita las políticas que la limitan. Ello requeriría la implicación de asociaciones público-privadas. Otras medidas deberían involucrar impuestos corporativos y reformas regulatorias, incluido el impulso de incentivos a la innovación.

Los republicanos se han centrado durante mucho tiempo en limitar o negar las contribuciones del gobierno para reforzar la innovación y la competitividad de los Estados Unidos. Pero en los últimos seis años hemos visto un progreso significativo, particularmente entre los legisladores republicanos en el Congreso, que reconocen que existe un papel importante y proactivo para el gobierno en este área. Esperamos que esta tendencia continúe.

La realidad es que Estados Unidos corre el riesgo de perder frente a China la batalla por la competitividad tecnológica durante las próximas décadas. Esto podría tener serias implicaciones para la seguridad nacional y ciertamente serias implicaciones para el poder de los EE.UU. a nivel mundial. Estos riesgos deben enfrentarse de forma bipartidista, al menos los temas relacionados con la competitividad y la innovación, como ocurrió durante la Guerra Fría.

También debería haber un compromiso bipartidista para rechazar los consejos de política antiinnovación de los economistas neoclásicos. Finalmente, ya se está reconociendo que el sistema de innovación estadounidense de los últimos 40 años necesita ser revisado y reemplazado por uno nuevo, de un modo similar a como Estados Unidos se reinventó en la década de 1950 en respuesta a la amenaza soviética.

Esto llevará a continuar con una amplia gama de reformas políticas y una inversión pública significativamente mayor en gastos directos e incentivos fiscales indirectos. Los líderes políticos en ambos partidos son conscientes de los retos y de los riesgos. Falta ver si esta conciencia de necesidad estratégica nacional se mantiene y aguanta las tormentas de los ciclos políticos y los intereses políticos particulares. l

* Autor del libro ‘Megaprojects in the World Economy. Complexity, Disruption and Sustainable Development’ (de próxima publicación por Columbia University Press, New York)