l Grand National es la carrera de caballos más importante y famosa que se celebra en el Reino Unido. La pasada semana, la ganó Noble Yeats, un rocín de siete años y nombre poético que saltó los enormes obstáculos de la pista para llegar vencedor. Se impuso contra todo pronóstico: cotizaba a 50/1. Su jinete, Sam Waley-Cohen es un caballero aficionado que ha salido del hipódromo de Liverpool con los bolsillos rebosantes. Más de medio millón de libras tienen la culpa. La excitación del dinero de los premios hace que la elegancia y sobriedad del comienzo de la carrera queden sepultadas por el alcohol que corre tan rápido como los equinos.

Sam Waley-Cohen, cuyo abuelo fue alcalde de Londres y tiene una vistosa y larga lista genealógica, no es el único aristócrata que ha hecho caja. Dos ciudadanos españoles, Alberto Luceño y Luis Medina, marqués de Villalba, que dicen ser empresarios, también lo hicieron al comienzo de la pandemia. Además, sin necesidad de saltar ningún obstáculo o mancharse la ropa de barro. Solo tuvieron que pedir la dirección de correo de una oficina en la alcaldía de Madrid y expresar su deseo de ayudar a la patria en aquellos difíciles momentos. Más tarde, compraron un montón de mascarillas por una cifra irrisoria de dinero y se las vendieron al ayuntamiento de la Corte, por otra cantidad no menos risible. Entre un tú no te preocupes y aquí tienes las mascarillas, los expertos en comercio internacional se embolsaron 6 millones de dólares de beneficio, que se dicen pronto. Todo ello en los picos más altos de la pandemia: a razón de 900 fallecidos al día y ancianos atados a las camas.

El relato dice que los emprendedores de las mascarillas le compraron material defectuoso a un amigo malayo, propietario de diversos chiringuitos en su país. Alberto Luceño, nada aristócrata pero más taimado que su socio, se quedó con cinco milloncetes, mientras le daba uno a su socio, el marqués. Le dijo que el pelotazo había sido menor. Luego se puso manos a la obra y empezó a disfrutar del ejemplo de sus mayores, ideológicamente hablando, se entiende. Un chalecito por aquí, un Lamborghini por allá, un Ferrari para los viernes al sol y unos cuantos Rolex. Luis Medina, el pobre, nobleza obliga, tuvo que conformarse con un yate y dos ingresos jugosos de dinero. Dicen que por medio anda un primo del mismísimo alcalde de Madrid, que tampoco sabe nada. Total, que al pobre Feijóo el recibimiento en Madrid por parte de la presidenta de la Comunidad y del alcalde ha sido como para hacerle volver a su Galicia natal inmediatamente. Ahora, precisamente, cuando algunos querían dar por finalizada la cultura del pelotazo, ha asomado otra sentencia sobre la Gürtel, la tercera que condena al PP.

La Fiscalía Anticorrupción se ha querellado contra los dos botarates por el injustificado beneficio económico. Luis Medina Abascal, personaje del papel couché, ha despejado la situación y ha comentado que los de la Fiscalía “son de izquierdas y que por eso actúan así”. No se le ha movido ni un pelo. Más tarde sí ha sido capaz de empatizar con el resto de los humanos y sobre su actividad laboral ha dejado claro que él “no llena la nevera con la buena opinión de la gente”. Nadie lo duda.

Dicen los querellados que les movió el deseo de ayudar en la lucha contra la pandemia, pero parece ser que la Fiscalía duda de sus buenas intenciones y pide penas por estafa, falsedad y blanqueo. Con los seis kilos, los “empresarios” lo que de verdad han adquirido es un pasaporte para la ostentación más grosera y hortera que anida en una parte de la llamada “alta sociedad’’. Incapaces de cualquier empatía, uno de los acusados se alojó en un hotel de 6.000 euros la noche. Todo un derroche mientras mucha gente se miraba al bolsillo para hacer cálculos sobre cuántas mascarillas se podía permitir en un día.

A mí, particularmente, me ha llamado la atención lo de los pelucos: los cuatro eran de la marca Rolex; uno de oro. Supongo que serían verdaderos, no como las mascarillas que ellos vendieron. A estos pijos sin escrúpulos les ha faltado un pequeño detalle para redondear su fortuna: comprar un caballo como Noble Yeats, presentarse el próximo año al Grand National y ganarlo. Ahora tienen las apuestas a favor, pero para ir a prisión. Ya veremos cómo termina la carrera. Y es que, como decía Carlos Solchaga, ministro de Economía con Felipe González, en España el que no se hace rico es porque no quiere. * Periodista