e veía de lejos: la pandemia estaba siendo un negocio de incalculables proporciones en manos de unos mafiosos de alcurnia y mucha patria rojigualda, ligados a los cargos electos de la derecha. Es decir, el dolor de millones engordaba las cuentas corrientes y las urnas de unos pocos. No van a dimitir y es muy dudoso que sean condenados en firme en tiempo hábil. La guerra es un capote de primera para toda suerte de canalladas institucionales o para institucionales, como es el caso: las cloacas donde bullen intermediarios, logreros, parientes, amigos, parapolicías, auténtica gentuza... Era la selva, dice Almeida y con él sus secuaces, para excusarse de su falta de escrúpulos y de sus alegre mirar para otra parte. No, no era, es la selva y no solo ellos forman parte de ella, sino que la cultivan con esmero y la hacen día a día más espesa, intrincada, cerrada, una mina.
En Madrid estaban muriendo miles de personas en condiciones inhumanas, que la fiscalía se ha negado a investigar, mientras a costa del virus se hacían negocios fabulosos, y no solo del virus, sino hasta de las inclemencias del tiempo y sus tormentas, como sucedió con la Filomena.
La Filomena ha destapado una desvergüenza ligada a la Comunidad de Madrid que resulta asombrosa: se contratan máquinas desguazadas hace décadas, lo que prueba la existencia de un mercado subterráneo por completo delictivo (nada nuevo) y se contratan tractores que tienen el don de la ubicuidad porque están activos en dos sitios a la vez: una especie de San Martín de Porres en forma de tractor. Y no pasa nada. Bailan millones que van a parar a bolsillos de parientes, amigos y demás interesados. Millones que se han escatimado a la sanidad pública, esto es, al bien público. Y la Ayuso y el Almeida tan ternes, como si no fuera con ellos, hele, hele... la verdad es que desvergüenza no les falta.
A ver cuánto tiempo tarda en desinflarse esta solemne canallada de los patriotas rojigualdos que, durante la pandemia, querían echar una mano... al cajón está claro, y la echaron y se forraron... es culpa de la izquierda el haber sido descubiertos. Canallas.
Con razón “pasaba” la Ayuso de los muertos en las residencias, pues no era poca la basura que tenía y tiene a sus espaldas. Le convenía que, como de costumbre, lo cometido y sucedido se fuera olvidando; pero no ha sido así, aunque no haya tenido las consecuencias penales que requiere el caso. Debería estar en prisión, pero anda dando conferencias. La guerra, ya se sabe. Lo importante es la guerra y si falla, la ETA.
Es de no creer... No, qué va, es de mucho creer porque lo ahora descubierto es de una absoluta coherencia con un clima de impunidad y saqueo a la sombra de las instituciones o de sus arcas que viene de lejos. La trampa y la doble moral son una cultura que con los sucesivos gobiernos de la democracia postfranquista no ha hecho sino fortalecerse.
La guerra, mucho más que ruso-ucraniana, será un capote de canalladas en los escenarios habituales de ese cenagoso país ayusoalmeido, no lo dudo, pero no lo enjuaga todo, ni en ese extraño país-forúnculo que bautizan como faro de las Españas ni en otros escenarios.
Por ejemplo, por mucho ruido que haya, la poco decorosa actitud del Gobierno español con el periodista Pablo González, encarcelado de manera canallesca por Polonia, no consigue pasar del todo inadvertida. Estaban mal informados cuando vomitaron cieno en sede parlamentaria o mintieron a sabiendas, algo que podía ser grave en otros países, donde los políticos dimiten por un café mal pagado, pero no aquí, donde es costumbre inveterada y donde la mentira se eleva a verdad revelada gracias a los aplausos del tendido.
La guerra, la guerra, esto también es la guerra, de las grandes catástrofes ya se ocupan los medios hora a hora, las que parecen daños colaterales, también cuentan.
El periodista Pablo González se encuentra en una situación de verdad comprometida en manos de un país, Polonia, que estuvo amenazado de expulsión de la Unión Europea, y no vemos que reciba la ayuda que necesita ni jurídica ni institucional ni afectiva por mucha palabrería diplomática que pongan en el menú.