roblemas, problemas, problemas y más problemas. Pandemia, guerra, inflación y abastecimiento. Y claro, se piden medidas, medidas, medidas y más medidas. ¿Qué se puede hacer? ¿Qué podemos hacer? ¿Están los gobiernos tan limitados? ¿Estamos ante una situación tan grave que ya no tiene remedio? Para responder a estas preguntas vamos a pasar a analizar cada asunto de uno en uno.

La pandemia parece controlada, aunque dicha afirmación debe ser tomada con cautela. Por desgracia, se ha echado en falta más crítica y más autocrítica con relación a las medidas que se tomaron. Los errores: “normal, no sabíamos a lo que nos enfrentábamos”. Los aciertos: “Aprendimos de la experiencia”. La realidad: la situación se solventó a trancas y barrancas. Pensemos en medidas como el certificado digital: ¿sirvió para algo? Cuando se implantó, al comienzo de la segunda ola, sus efectos no se notaron. Ahora bien, siempre se puede hacer esta valoración: “Claro que fue eficiente; si no llega a ser por el certificado digital, las cosas todavía habría sido peor”. Es el enigma que siempre va a estar detrás de la ciencia del “porqué”: es imposible valorar lo que hubiese pasado sin certificado. Eso afecta a ramas tan aparentemente dispares como la economía y la medicina (epidemiología). Por último, está el tema de los sanitarios. Es muy fácil agradecer su trabajo en los momentos difíciles, pero a la hora de valorar su esfuerzo las cosas cambian. Es lo que tiene, el dinero.

Respecto de la guerra, está claro que Putin esperaba una “guerra relámpago”. No era el único: los mercados financieros también. De hecho, las bolsas permanecieron estables y después de un pequeño batacazo, en la actualidad han vuelto a sus niveles habituales. En otras palabras, los mercados se han “acostumbrado” a la situación. Desde luego, se echa en falta, desde el punto de vista de los medios de comunicación, análisis desde el punto de vista ruso. Y eso produce desazón; el hecho de que Putin tenga razón en algo (por ejemplo, en el incumplimiento de la promesa de que la OTAN no se iba a ampliar) no quiere decir que le justifique. Sin embargo, muchas conversaciones o análisis de supuestos expertos no permiten estos puntos de vista. Respecto de las medidas tomadas, está muy bien, por fin, que la UE haya respondido de manera unificada. Por desgracia, parece que sólo reaccionamos correctamente en situaciones extremas, como se demostró al aprobarse los fondos de reconstrucción para Europa. No obstante, también es importante ser muy cuidadoso con la presión: un animal herido es muy peligroso. Y si tiene un juguete nuclear, más. Eso no implica arrodillarse. Implica pensar bien las medidas y después, aplicarlas sin vuelta atrás.

La inflación ya lleva mucho tiempo entre nosotros. No se sabe el tiempo que puede durar, pero debemos destacar tres aspectos. Uno, es un problema de oferta. Es decir, los precios no han subido debido a un aumento de la demanda de los consumidores, ni por el incremento del gasto fiscal, ni por las políticas monetarias expansivas del BCE (Banco Central Europeo). Lo han hecho por la subida de la energía.

Dos, la bajada de la oferta produce un aumento de precios y una disminución de la cantidad producida. No es un buen escenario, ya que nos lleva a la temida estanflación: un estancamiento económico con subida del coste de la vida. En estos casos, los bancos centrales tienden a subir los tipos de interés para sostener los precios, pero eso genera otro tipo de problemas: las hipotecas son más caras, se ralentizan las inversiones y al final queda lo comido por lo servido. Es decir, si no suben los precios pero aumentan los gastos financieros, nos quedamos igual. Todo tiene su coste.

Tres, los gobiernos tienen incentivos para retrasar la toma de medidas, ya que así recaudan más dinero. Ejemplo, pensemos en la subida de los combustibles. Si el 50% del precio de la gasolina son impuestos, a un euro el litro la recaudación es de 50 céntimos. A dos euros, la recaudación aumenta a un euro. ¿Por qué demonios los gobiernos no se comprometen a cobrar un máximo (por ejemplo, 70 céntimos) por litro?

Terminamos con los problemas de suministro, acrecentados con la huelga del transporte. Para empezar, recordar que no sólo se piden intervenir con los combustibles. También existen centros de distribución con un gran poder de precios que finalmente dejan un margen ridículo para autónomos o pequeñas empresas. Aquí no hay otra: combinar la zanahoria (la mayor parte de las reivindicaciones son justas) con el palo (no puede ser que ello repercuta de esta forma en el conjunto de la sociedad).

Napoleón usaba una recomendación: “Tómate tu tiempo para deliberar. Pero cuando llegue el momento de actuar, deja de pensar y actúa”.

Pues eso. * Profesor de Economía de la Conducta. UNED de Tudela