a decisión del Gobierno español de entregar armas a la resistencia ucraniana ha sorprendido en la medida en que un día antes, Pedro Sánchez todavía negaba esa posibilidad. Pero ha sorprendido sobre todo a sectores de izquierda entre los que hay opiniones confrontadas, a favor o en contra. El tiempo sancionará cuál hubiera sido la medida más acertada, pero entre tanto, no nos despistemos: el no a la guerra debe unirnos frente a la barbarie desatada por Rusia.

En lo personal, me ha llamado la atención la posición favorable y de apoyo al presidente Sánchez desde las filas de Unidas Podemos. Siendo muy significativa la posición de Yolanda Díaz. Mientras, la dirección del partido se manifiesta en contra. Y me he puesto a pensar en ello, buscando una explicación a esta división que ojalá no altere la disposición de las izquierdas a crear un particular frente amplio. Lo cierto es que acepto que el asunto es muy complicado, tanto que razón y emoción se entrecruzan y pueden determinar análisis y decisiones precipitadas o inapropiadas.

¿Entregar armas es contribuir a la escalada bélica? ¿O puede ser por el contrario un camino para lograr que una mesa de diálogo y negociación decida el alto el fuego primero, un armisticio y el fin de la guerra después?

Para mí está muy claro que la vía de la negociación es la fórmula para poner fin a la guerra. Es una vía muy difícil en la medida en que la posición del invasor es maximalista y no cesa de amenazar al mundo. Sin embargo, la paz hay que hacerla con el enemigo, aunque emocionalmente duela. Pero para que una mesa de diálogo resulte eficaz debe ubicare en un hábitat, en una correlación de fuerzas que lo haga posible. Una mesa inclinada por la fuerza totalmente hacia un lado no puede prosperar sino es con una rendición. Para que la voz de Ucrania sea escuchada por Rusia necesita demostrar que su resistencia es fuerte y viable en el tiempo. Ahora Rusia se sabe invencible militarmente y soporta la asfixia económica. Del otro lado, Ucrania soporta bombardeos, destrucción y muerte. Parece claro de qué lado está la supremacía de la fuerza.

Frente a esta asimetría militar, la oportunidad de Ucrania pasa por que su resistencia aguante en el tiempo. Las armas que entregará el Gobierno español pueden servir a ese fin y reducir los efectos criminales de la invasión. El derecho a la defensa propia es parte de una ética que responde a una tradición del pensamiento desde hace 1.500 años. Las brigadas internacionalistas vinieron a defender la República. Brigadistas internacionales empuñaron armas en la Nicaragua de Somoza. Ni unos ni otros fueron a azuzar la guerra.

¿Pero, es verdad que la entrega de armas que está haciendo la Unión Europea puede alimentar la escalada bélica? Es inútil negarlo. Pero se trata de medir si es o no un mal menor. Creo que lo es en alguna medida. No se trata de armas de destrucción masiva, sino de armas ligeras para defender las ciudades: el cargamento de armas del Estado español incluirá 1.370 lanzagranadas contra carros, 700.000 cartuchos de ametralladoras y ametralladoras ligeras. Este tipo de armas nos desvela que no son las válidas para ganar una guerra. Lamentablemente, la guerra en lo militar será ganada por Rusia. Otra cosa es que la pierda en lo económico, en lo político y en lo moral.

La vida no es un juego de Monopoly. Quien piense que la vía debe ser militar que marche de voluntario.

Quien crea que no hay nada que negociar con Putin, ¿qué propone? La vía del diálogo y la negociación es la indicada. Pero no se llega a ese momento sino es transitando el camino idóneo. Ya se sabe aquello de “escribe derecho con renglones torcidos”.

Ahora bien, ¿cómo actuar en la mesa de negociaciones si se pone en marcha? Estoy convencido de que a Putin hay que darle una salida digna. Ha llegado a un punto en su ofensiva que no parece tener una marcha atrás. Hacerle alguna o algunas concesiones para preservar la paz, parece inevitable si se piensa con el sentido común, y se tiene en cuenta que este tipo es peligroso y en su propio país no tiene contrapesos, no tiene control. Por ejemplo, que Ucrania se convierta en un país desmilitarizado y políticamente neutral, como los hay otros en Europa. Una salida que conecta con la aspiración de mucha gente de bien de un mundo sin armas. Este sería un modo efectivo de avanzar en otros asuntos: el estatus de autonomía de la repúblicas declaradas independientes; el alejamiento de la OTAN de las fronteras rusas.

La vida no es un juego de Monopoly. Quien piense que la vía debe ser militar que marche de voluntario. Pero es cierto que a la diplomacia de verdad no se llega con palabras y exhortaciones. Hay que trazar caminos que nos lleven a ella. Facilitar que la ciudadanía ucraniana se defienda no es algo ante lo que debemos permanecer ajenos. Es también una vía para la paz. Ya se sabe aquello de “escribe derecho con renglones torcidos”. *Politólogo especialista en Relaciones Internacionales y Cooperación al Desarrollo