El Anillo Verde fue uno de los grandes argumentos a favor de la capitalidad verde europea de Vitoria en 2012.
-Es una seña de identidad de Vitoria-Gasteiz. Estamos en vanguardia a la hora de apostar por dedicar tanto espacio a la conservación de la biodiversidad y paisajística. Forma parte del ADN de la ciudad, tanto para los de dentro como para los de fuera. Se ha apostado por la recuperación de espacios degradados para adaptarlos en función de su potencial ecológico. No es lo mismo el bosque de Armentia que las balsas de Salburua. Ha habido mucho trabajo de estudio para ver qué puede ofrecer cada espacio y aún estamos por ver todo su potencial, cuando cada zona alcance su máximo estado de madurez. Además, en cada espacio se ha buscado incorporar el uso lúdico y social. El Anillo Verde ha contribuido a acercar la ciudad al territorio, es un espacio de transición, una zona amable en la que el ciudadano entiende estos dos mundos a menudo lejanos.
¿Cómo ha evolucionado en la última década?
-El trabajo principal ha sido conectar los grandes parques periurbanos a través de corredores ecológicos. Está ya casi terminado, a falta del cierre por el sur con la actuación en Larragorri. En esta zona, desde el CEA estamos trabajando con las pautas para suelos contaminados. El jardín botánico ya está consolidado, es joven y aspiramos a que tenga un recorrido de muchas décadas. Nos va a ofrecer la posibilidad de disponer de un espacio de conservación e investigación muy importante, además de funcionar como un parque periurbano. Será un observatorio excepcional del impacto del cambio climático por las peculiaridades de la climatología de Vitoria. Otra línea de trabajo es logran un mayor acercamiento a los cuerpos de agua que tenemos en Vitoria. ¿Somos una ciudad río? Contamos con un río magnífico y arroyos en la ciudad, pero hemos perdido el contacto con ellos. En otras ciudades europeas el río es parte del uso lúdico y te puedes sentar en la orilla, meter los pies en el agua y tomar una cerveza o leer. ¿Cómo puede repercutir esto en nuestra salud? ¿Cómo habría que preparar estos espacios para favorecer ese acercamiento respetando sus funciones ecológicas?
Vitoria siempre se ha caracterizado por sus jardines y parques interiores y la idea es potenciar aún más esa apuesta con los corredores naturalizados, como el ya realizado en la Avenida o el proyectado en Los Herrán.
-El cambio en Los Herrán es otra intervención urbanística con criterios de adaptación al cambio climático. Apostamos por mitigar las islas de calor y tendrán más protagonismo los cuerpos de agua. Otro proyecto interesante es la renaturalización del Casco Viejo. Debido a la complejidad de la trama urbana, queremos testar maneras diferentes de gestionar el verde. Hasta ahora esto ha sido tarea siempre del Ayuntamiento, ¿es posible explorar gestiones compartidas entre lo público y lo privado? Imaginemos una tienda que quiera enmarcar su fachada con un jazmín. El Ayuntamiento podría adecuar un minialcorque y la tienda se encargaría de cuidar la planta. Prácticas arraigadas en ciudades como Basilea y Montpellier. Queremos estudiar si hay voluntad para probar este tipo de intervenciones. Otro proyecto en marcha consiste en hacer un análisis espacial de los servicios ecosistémicos ofrecidos por la infraestructura verde dentro de la ciudad para determinar dónde hay que fortalecerlos. Esta información nos servirá para determinar cómo acomodar las intervenciones de infraestructura verde en cada barrio.
Otra apuesta verde son los huertos urbanos.
-Esto va vinculado a otra línea de trabajo que son los sistemas alimentarios y su descarbonización, que es uno de los grandes retos para los años venideros. El estudio de City Food Flows que estamos realizando nos empieza a mostrar que importamos más del 90% de los alimentos frescos que consumimos y eso tiene un impacto brutal en la huella de carbono. Los huertos urbanos juegan un papel importantísimo: quien entra en contacto con los ciclos de la naturaleza se da cuenta de que en Vitoria un tomate en invierno o lo importas de Almería o del hemisferio sur. Son una herramienta clave para el acercamiento de la ciudadanía a los ciclos de la agricultura y queremos crecer y ofrecer esta opción a cuantos más barrios mejor.
Una ciudad más verde también requiere un gasto mayor en su conservación. ¿Cómo casa esa apuesta con limitar el consumo del agua?
-Muchas zonas del Anillo Verde siguen sus ciclos naturales. Son ecosistemas que funcionan bien en la pluviometría de Vitoria y nadie tiene la sensación de que sean un secarral. No nos ocurre lo mismo con los parques de la ciudad. Nos han inculcado una imagen de lo verde urbano muy versallesca, que los parques, independientemente del clima, siempre van a tener un césped verde y bien cortadito. Esto será así en el norte de Europa, pero en zonas con un clima menos húmedo será a costa de consumo de agua. Lo que puede funcionar aquí es lo que vemos en el entorno, meses en los que el césped no está tan verde y no pasa nada.
¿Cómo ve el Anillo Verde en diez años?
-Lo veo acabado por el sur, incluyendo Larragorri, y con la nueva zona recuperada de Mendebaldea conectada con los Montes de Vitoria y Armentia, con unos cuerpos de agua con más protagonismo y rodeado con zonas productivas de alimentos que suministren a Vitoria productos frescos de calidad.