Autónomo, pringado
Como trabajador autónomo que soy me siento un pringado: el plan del gobierno más progresista de la historia de empezar a desangrarnos hasta que dentro de nueve años tengamos unas cuotas impagables es un horror y un error. No incentiva la iniciativa y desmotiva a quien ya está en el lío. Una facturación de poco más de 2.000 € conllevaría una cuota de autónomos de más de 700, además del resto de gastos. Todo parte de una falacia sencilla: que el trabajador por cuenta propia tiene que asumir lo mismo que el que trabaja por cuenta ajena y su empresa, generando una desigualdad de base injusta e inasumible.
La comparación imposible
No es posible comparar la cotización del trabajador por cuenta propia con la del trabajador por cuenta ajena simplemente porque son dos realidades distintas. La trampa consiste en compararlos como si fueran semejantes. La misma que sirve a la de Madrid para sacar la cabeza sobre otras autonomías: “Madrid capta el 65% de la inversión extranjera en España, cinco veces más que Cataluña”, titulan en El Independiente aunque luego en el cuerpo de la noticia sí expliquen las obviedades: “El factor de la capitalidad se convierte en un atractivo determinante, al que muchos expertos suman otros elementos como la fiscalidad”.
Pasteleo
Igual que se puede amar lo que se es sin odiar lo que no se es, en política es posible coincidir y querer profundizar en una entente sin tener que pastelear. Pero algunos pastelean, y se gustan con las manos llenas de merengue: César Calderón tira de sorna con un “esto es muy bonito” sobre los tuits de Pablo Iglesias y Arnaldo Otegi, que interactúan en una cadena de chistes internos a la vista de todo el mundo sobre lo que es ser de izquierdas. Calderón insiste en sus columnas en que en Euskadi el tripartito entre Bildu, Podemos y PSE puede ser cosa hecha. Desde luego, entre los dos primeros ya han cocinado un bizcocho.
Garzón, ¿amortizado?
Sigo creyendo que Garzón no tenía que haber dicho lo que dijo a un medio extranjero sobre un modelo productivo del país del que es ministro. Pero también creo que hay que reconocer que en Podemos han logrado dar la vuelta a una situación que se les había ido de las manos rápidamente. Importa el tema, sobre todo en la campaña castellano-manchega, e importa el partido, pero, ¿importa el prescriptor? Garzón ya era un ministro amortizado para la coalición de izquierdas antes de este debate que puede ser su última aportación a una causa a la que entregó su propia formación atacada por las deudas.
¿Pero qué dices, Pablo?
Pablo Montesinos y Cuca Gamarra son el mejor ejemplo de cómo el PP sigue siendo un partido completamente alejado de la ciudadanía. Si esos son sus portavoces, es decir, las personas que representan la marca ante los medios, es evidente que desconocen el repelús que esos perfiles pijos recalcitrantes provocan en la mayoría. Cuando un Montesinos de la vida se acerca a una granja, extensiva, intensiva o familiar, solo puede hacer una cosa: el ridículo. El mismo que hace cuando tuitea un spot para difundir el lema: “Más ganadería, menos comunismo”, rematando una puesta en escena descacharrante y nada efectiva.