o quiero decir que el acuerdo para la reforma laboral sea malo, más bien lo contrario. Es positivo para todos, aunque seguramente nadie quede plenamente satisfecho. Pasa como con los acuerdos, que todos los firmantes acaban enfadados a pesar del consenso, pero que al digerir la información de los contenidos, todos se convencen de las bondades de lo acordado. Eso ha pasado con la difícil y larga negociación de la nueva legislación laboral.
Soy consciente de que este tema, a pesar de su importancia, pasa a las últimas páginas de la actualidad, dada la importancia real y mediática de otros como el precio de la luz o los índices de contagiados por la pandemia, pero es un tema actual de trascendental importancia y sobre todo, de futuro. El conflicto laboral es intrínseco a las relaciones humanas. Es inevitable, pero es perfectamente gestionable y solucionable. Por eso la regulación legal de las relaciones laborales, es además de fundamental para la competitividad empresarial, también para los derechos de los trabajadores, y para la marcha de la economía y la creación de riqueza.
A falta de conocer el texto completo y su letra pequeña, que aprobó el Consejo de Ministros el martes 28, y el resultado de su convalidación parlamentaria, podemos adelantar valoraciones y comentarios. En mi humilde opinión, se ha conseguido casi lo que parecía imposible, un acuerdo entre los agentes económicos y sociales y con el Gobierno. La cuestión no era sencilla, ya que por un lado, estaba la exigencia europea -bastante lógica por otra parte-, por otro, la necesaria connivencia de patronal y sindicatos -con posturas radicalmente contrarias-, y por otro, la necesidad de consenso institucional, pues lo acordado o no, debía necesariamente convertirse en norma con rango legal publicada en el BOE.
Si a todo esto unimos las promesas políticas de los partidos que sustentan el Gobierno del Estado de “derogar la reforma laboral del PP”, las supuestas diferencias de matiz o no entre las ministras Calviño y Díaz, las naturales posturas enfrentadas de los sindicatos y CEOE, y el enfrentamiento político entre los partidos de la oposición y los gubernamentales, es fácil entender que sólo un ejercicio colectivo de responsabilidad y sentido común ha permitido en estas fechas tan navideñas que se alcance la fumata blanca.
Solo por tratar de simplificar, debemos decir que no se ha derogado la Reforma laboral del PP de 2012, ya que el coste de los despidos seguirá como ahora -33 días en lugar de 45 para los improcedentes, y sigue en 20 para los objetivos-. Sigue la posibilidad de modificar sustancialmente las condiciones de trabajo por causas justificadas -recorte de salarios, etc. y las empresas en dificultades podrán seguir descolgándose de la aplicación del convenio-. Y se mantienen los entonces introducidos mecanismos de flexibilidad interna y externa.
Pero también hay que reseñar que se actualiza la figura de los ERTE como alternativa al despido, se “racionaliza” la contratación temporal delimitando estas modalidades y apostando mas por el contrato indefinido; se recupera la retroactividad de los convenios colectivos para evitar que decaigan hasta que se ponga en marcha otro nuevo; se da prioridad al convenio sectorial frente al de empresa en temas salariales; y se regula de forma diferente la subcontratación. Por supuesto, nadie se ha acordado de reforzar los instrumentos tan útiles de conciliación previa, y menos, de reforzar los medios humanos y materiales de la Jurisdicción Social, a cuyos magistrados, letrados y trabajadores deberían otorgarles, cuando menos, la Gran Cruz de Isabel la Católica, por su abnegado trabajo durante décadas.
Resumen: una reforma laboral parcial y moderada, seguramente equilibrada, sin lugar a dudas la mejor de las posibles en el momento que vivimos. Europa nos mirará mejor, los emprendedores y la inversión internacional y nativa también, la seguridad jurídica tan necesaria mejora bastante aunque no lo suficiente, al menos en su perspectiva temporal, y tal vez lo mas importante, las relaciones laborales podrán desarrollarse en los ámbitos sectoriales y empresariales en función de las capacidades y actitudes de sus protagonistas que no son otros que los empresarios y los trabajadores. El diálogo social aumenta exponencialmente sus potencialidades, y de la conversación y el diálogo entre sus interlocutores en todos los ámbitos dependerá su éxito o su fracaso.
Es una buena noticia para terminar el año. Por mi parte, solo referenciar la apuesta de tantos para evitar o minimizar el conflicto laboral intrínseco en las relaciones laborales, practicando el sentido común, la sensatez, y la buena fe -que no el buenismo, y sin que nadie renuncie a nada en sus pretensiones-, lo que algunos cada vez más llamamos Derecho Laboral Preventivo. Debe gestionarse el conflicto en el día a día en positivo, y el Ordenamiento jurídico laboral debe ser de alguna forma neutral, seguro y duradero. El tiempo lo dirá... Y, en cualquier caso recordemos el adagio: “Tengas juicios y los ganes”. * Abogado y Director del Área Jurídica Laboral de Grupo Optium