uien más quien menos conoce lo que es un presupuesto. Todos hemos tenido, en alguna ocasión, tanto en el ámbito particular como en el familiar, que hacer una estimación para garantizar el desarrollo normal de nuestras vidas. La cosa pasa por saber de cuánto dinero se dispone para, en paralelo, determinar cómo gastarlo atendiendo a las necesidades básicas que se presentan en el quehacer cotidiano. Lo normal es que esa ecuación cuadre, si no hay recursos extraordinarios ni capacidad para acometer adelantos, con el principio de tanto tienes, tanto puedes gastar.

En la vida pública, el principio es el mismo y la ley o la norma que sustenta el presupuesto marca de manera radical cómo será la gestión de quienes representan el poder ejecutivo, es decir los gobiernos correspondientes.

En este tracto hay que tener en cuenta el apoyo parlamentario que el gobierno en cuestión disponga. Cuanto mayor respaldo, mayor grado de independencia para decidir por sí mismo sobre las previsiones que afrontar. Por el contrario, si el ejecutivo se mantiene en minoría, deberá buscar las alianzas necesarias para poder establecer unas cuentas compartidas que afronten no solo sus prioridades de gestión sino, también, las que aporten sus aliados presupuestarios.

En todo caso, sea cual fuere el gobierno y dónde ejercite su función, aprobar una norma de presupuestos siempre es positivo. Siempre. Porque es garantía de certidumbre, de estabilidad y de racionalidad, principios sobre los que se sustenta una sociedad avanzada para mantener su cohesión social, la posibilidad de crecimiento y la normalidad en la convivencia.

La redacción de un proyecto de presupuestos públicos es un procedimiento complejo, árido en sus conceptos y estructuras, pero de inusitado interés para conocer en dónde se prevé incidir para dar respuestas a la situación existente. Para elaborar un presupuesto, además de conocer cuales serán los ingresos económicos que se dispondrán, es necesario identificar todos aquellos gastos necesarios y cautivos que la propia acción de gobierno exige. Es decir, cuánto dinero será necesario reservar para el pago de las nóminas de los trabajadores públicos. Y no nos olvidemos de que los funcionarios son los recursos humanos que sustentan los servicios públicos básicos. Hablamos de la educación, de la salud, de la seguridad, de las prestaciones sociales... También es necesario proveer el gasto corriente que se genera por la simple actividad de la administración. Hay que pagar no solo la luz, la telefonía o el agua, sino también los servicios básicos que se ocasionan con la actividad de colegios, hospitales, universidades, carreteras, trenes, autobuses, etc.

Un presupuesto es eso y mucho más. Es en estas fechas cuando las distintas administraciones ultiman sus previsiones económicas para aprobar la normativa presupuestaria que haga frente a la gestión del próximo año entrante.

En el Estado, el Gobierno de Pedro Sánchez necesita de apoyos puntuales que le permitan superar la línea de los 175 parlamentarios en el Congreso de los Diputados y le valide unas cuentas que le dirijan por el camino de la estabilidad hacia el final de la legislatura. Vascos y catalanes hemos sido, hasta el momento, los partners fundamentales del Ejecutivo de coalición de cara a consensuar sus principales proyectos legislativos. Una acción colaborativa que ha flaqueado en ocasiones por la falta de cumplimiento de los compromisos adquiridos o por la ausencia de diálogo a la hora de pactar cada propuesta, que en la mayoría de los casos surgen unilateralmente desde la Moncloa y sin conocimiento de sus pretendidos socios. Se trata de un comportamiento un tanto desconsiderado que ha motivado que cuestiones pactadas hayan tenido que volver a ser negociadas varias veces y su ejecución exigida bajo la presión de la ruptura del apoyo.

Este grado de desconfianza, siempre latente, ha hecho que los nacionalistas vascos se mantengan en posición de alerta ante la mínima informalidad en la plasmación de lo pactado. De ahí, en esta coyuntura, su decisión de trasladar al Senado la negociación inconclusa de los presupuestos y la repetida cita castiza de Aitor Esteban de que “hasta el rabo, todo es toro” en relación a no dar por cerradas las conversaciones con la dirección socialista.

El equipo de Pedro Sánchez, pese a su declarada intención de señalar al PNV como “socio preferente”, ha preferido guardarse las espaldas sumando en su balanza los apoyos de EH Bildu, aún a riesgo de “molestar” aún más a los nacionalistas a los que han ocultado sus maniobras en la oscuridad. ¿Sumar cinco votos a riesgo de perder seis?

Pese a la desconfianza, el PNV no se ha planteado en ningún momento dejar caer al gobierno presidido por Sánchez. Fundamentalmente porque su alternativa sería infinitamente peor para Euskadi. Ahora bien, la falta de seriedad y de respeto que en ocasiones han observado por parte de los actores gubernamentales no hizo descartar que el PNV diera a Sánchez un toque de atención. Esa advertencia es la que ha provocado el último cierre de filas y la conclusión satisfactoria de la última gestión pendiente de conveniar: la llegada del TAV a Bilbao y Gasteiz.

Por su parte, la Izquierda independentista ha jugado bien sus bazas, poniendo en valor sus cinco escaños y blanqueando su imagen con un pacto de enmiendas que parecieran sacadas de las estanterías jeltzales, lo que supone una valiosa aportación para Euskadi. Además, EH Bildu, el primer partido del espectro parlamentario en manifestar -por boca del propio Otegi- su apoyo al presupuesto de Sánchez, ha hecho olvidar la vinculación que sus dirigentes habían hecho de la cuentas con los “doscientos presos” o la rotunda afirmación del pasado año en la que Arkaitz Rodríguez significaba que “nosotros vamos a Madrid a tumbar definitivamente el régimen”.

En la capital del Estado (opresor) EH Bildu pavonea su nuevo perfil de fuerza aliada de las izquierdas gobernantes en un intento cosmético de lifting posibilista. En la misma operación -por segundo año consecutivo- se enmarca el apoyo casi gratuito de esta formación al gobierno de Chivite en la Comunidad foral Navarra. Una operación de marketing, también apadrinada por destacados cargos socialistas que pretende situar al partido de Adolfo Araiz y Bakartxo Ruiz como alternativa electoral a la alianza que hoy mantiene Geroa Bai con el PSN. Táctica y maniobras orquestales.

Lo verdaderamente novedoso en el actual panorama ha sido el acuerdo alcanzado entre EH Bildu y el Gobierno Vasco de PNV y PSE en materia de cuentas públicas. Los herederos de Batasuna han roto con la oposición contumaz mantenida en el Parlamento Vasco como “alternativa” referente al nacionalismo gobernante. La firmeza está muy bien para los propios parroquianos pero nada aporta a los votantes sociológicos. Así que esta vez la dirección política de la Izquierda independentista se haya comido sus ganas de golpear al PNV, y haya abandonado el combate ideológico para favorecer los proyectos, y los programas arbitrando una opción colaborativa en las cuentas autonómicas. Su abstención a los presupuestos vascos -con aportaciones pactadas por valor de 253 millones de euros- es una buena noticia para el país y, probablemente, la mejor opción llevada a cabo por un partido que hasta ahora había sido incapaz de utilizar en positivo la influencia de sus 21 parlamentarios. Una buena noticia en tiempos que necesitan márgenes de confianza y de esperanza, no puntos de fricción y controversia.

Pero no nos llamemos a engaños. El actual acuerdo presupuestario no es ni un viaje a la centralidad de EH Bildu ni el exponente, en palabras de Otegi, de su política de “poliamor”. En todo caso, quien lo practicara sería Urkullu que con el actual convenio con EH Bildu cierra el abanico de alianzas posibles en nuestro ámbito, habiendo practicado acuerdos con todo el espectro político (PSE, PP, Elkarrekin Podemos y ahora la Izquierda Abertzale).

El acuerdo que hoy reconocemos solo se ha suscrito en el ámbito de la Comunidad Autónoma. Un nuevo cálculo al que damos la bienvenida por hacer despejar de un plumazo los fantasmas y mitos de antaño que argumentaban que el consenso con los nacionalistas era imposible por cuestiones ideológicas o contradicciones de modelo económico. Hoy se ha demostrado que si se quiere se puede y hasta ahora EH Bildu no ha querido. Esperemos que esta novedad presupuestaria signifique que la Izquierda Abertzale ha empezado a pensar en el país en lugar de pensar en sí misma. Ojalá este hito será real y no un simple espejismo. * Miembro del Euzkadi Buru Batzar del PNV