o resulta nada fácil de entender -y menos aún comprender-, que se llegue tan fácil a un acuerdo para aprobar los Presupuestos Generales del Estado entre fuerzas separatistas o ultranacionalistas, con el partido dominante (PSOE) que ostenta el Gobierno. De modo que el acuerdo que ha dado pie al rechazo de las enmiendas a la totalidad del Presupuesto de España, abre un montón de interrogantes de diferente entidad. En términos burdos o groseros basta con subrayar que resulta sorprendente que EH Bildu pueda llegar a votar a favor de los Presupuestos que no contienen ni una sola alusión al desarrollo de algún modo de consulta siquiera, para provocar la independencia de Euskadi -Euskalherria, dirían ellos-. Del mismo modo, resulta extraño que ERC se avenga a aceptar, en principio, los Presupuestos a los que, según ha amenazado Gabriel Rufián, van a meter la tijera por todos los lados. Aún más, el propio Rufián se ha permitido decir que el Gobierno socialista se está comportando con “soberbia” en este debate presupuestario, pero a esa “soberbia” él ha respondido con sumisión. El oportunismo, el recelo y el miedo han primado sobre el rigor, lo cual obliga a pensar que tanto EH Bildu como ERC han optado por evitar que un cambio provocado en el Gobierno español pudiera aplicarles formas de tratamiento drásticas. Ciertamente, no cabe meter en este paquete al PNV, cuyo comportamiento siempre ha huido de lo drástico y se ha instalado en lo posible. Su portavoz Esteban, avezado en la vida parlamentaria y curtido en bastantes batallas, adelantó cuando los Presupuestos eran solo un bosquejo: “Habrá Presupuestos, a trancas o barrancas pero creo que los habrá”. Pues eso, pero será bueno subrayar que bien poco tienen de semejantes las actitudes y razones que han llevado a las tres formaciones nombradas a facilitar el acuerdo presupuestario, ya encaminado hacia el éxito.
Resulta extraño que EH Bildu y ERC voten a favor de los Presupuestos (al menos si no muestran fe en ellos no les niegan su confianza), salvo porque se sientan algo agobiados ante la posibilidad de que Vox pueda crecer aún un poco más, C’s se mantenga o se rehaga un poco, y el PP se refuerce de la mano de la Presidenta madrileña. Hay cierto ambiente de temor, principalmente en quienes ven la posibilidad de que PP y Vox faciliten entre ambos un Gobierno de derechas, o peor aún, un Gobierno de la intransigencia. El debate parlamentario fue concluyente y colocó a cada cual en el lugar que le corresponde. Surgieron, por boca de los líderes más “sorpresivos”, promesas inesperadas y frases con aspiración de lapidarias cuya intencionalidad era, principalmente, justificar lo inesperado de sus posiciones. El hecho de que una formación política no presente una enmienda a la totalidad de un Presupuesto obra de otra formación tan opuesta en medios y fines, solo responde a que se quiere aprobar lo presentado, quizás muy ligeramente modificado... Y en esta situación sirve todo tipo de explicación y disculpa. El debate, por eso, abandonó pronto el rigor y se quedó en un juego en el que cada cual defendió sus intereses con un único fin: salir airosos de la pelea.
El debate, como suele ocurrir tantas veces, brilló más por las ocurrencias y las amenazas a futuro que por los pronunciamientos sublimes. Cualquier debate presupuestario no debería contener otra cosa que propuestas muy concretas, pero no amenazas que a poco conducen, porque la presentación de cuentas y discusión posterior dura solo unas horas, mientras el ejercicio en que el Presupuesto está vigente dura, como mínimo, un año. Como ocurre en todas las ceremonias de aprobación de los Presupuestos, también en esta ocasión fueron varias las formaciones que advirtieron que sus posturas no eran un “cheque en blanco”, para advertir a continuación que el Gobierno debe seguir ganándose, día a día, los fondos de ese cheque. A la amenaza de Rufián (“esto no es un cheque en blanco”) respondieron al unísono todas las formaciones nacionalistas y regionalistas de toda España. La ministra Montero respondió a todos con una sola frase: “No hace falta que lo repitan más, lo tenemos claro, sabemos la aritmética parlamentaria”.
De modo que ya estamos en la buena senda de la aprobación de los Presupuestos. Quizás no sea la senda de la virtud, pero sí es la senda de la eficiencia y la eficacia que debe acompañar a las acciones de cualquier Gobierno bienintencionado. Ahora se trata de ir pergeñando un futuro razonable en el que se resuelvan todas las dudas y cada cual tenga su ruta y dirección bien definidas. ¿Abandonará ERC su quimera independentista para favorecer la consolidación de una Cataluña, si no muy española, sí condescendiente y comprometida con España? ¿Será capaz ERC de superar, y no contagiarse de la intransigencia que han mostrado dos partidos catalanes, otrora mucho menos intransigentes que ERC? Del mismo modo, ¿se avendrá EH Bildu a dejar aparcado si vicio independentista? ¿Aceptarán Otegi y la dirección de Sortu alguna fórmula, contundente y decidida, para condenar sin florituras el terrorismo de ETA?
En este proceso de debate se han oído palabras, frases y juicios que han abierto algunas esperanzas para quienes seguimos creyendo en la izquierda política, económica y sociológica, pero también se han propalado amenazas tan injustificadas como absurdas. Rufián dijo que “la soberbia es mala consejera”, lo cual devino en tachar de soberbio al Presidente del Gobierno. Advirtió a Pedro Sánchez que “empiezan a tener demasiada gente cabreada”, y advirtió asimismo que “calculen bien sus fuerzas, no sé si les queda gasolina para tanto viaje”. Claro está que Rufián no es un político constructivo, sino más bien un improvisador y un dicharachero. La posición del portavoz de EH Bildu, Oskar Matute, resultó ser menos amenazante y más rigurosa. Habló de Política, como político que es, y demuestra ser cada vez que expresa.
¿Y la derecha? Pasa, ahora mismo, por un proceso complicado. En su seno está teniendo lugar una lucha intestina que la impide reaccionar debidamente, ahora que el PSOE y la Izquierda pierden apoyos y credibilidad, víctimas de una falta de debate interno constructivo. Los dos grandes partidos -PSOE y PP-, hacen muy mal en rivalizar del modo encarnizado como lo hacen a veces. Al PSOE le puede debilitar en exceso el inconsistente y desideologizado UPodemos, y al PP le ha debilitado ya en exceso Vox. No estaría mal que España reaccionara ante la crisis ideológica que padecemos, imitando a Alemania y a los líderes de aquel país en lo que concierne a los pactos poselectorales.