ace diez años y pico que ETA salió definitivamente de nuestras vidas, y la sociedad vasca de su pesadilla. Hace 10 años y pico que ya no hay ciudadanos vascos que a las mañanas al salir a su trabajo se despiden de los suyos con el corazón encogido por no saber si volverán con vida, ya no hay ciudadanos que antes de coger el coche se agachen para mirar si hay una bomba lapa adosada, ya no hay ciudadanos que tengan que ir con guardaespaldas para evitar que les peguen un tiro en la nuca, ya hace 10 años y pico que en Euskadi no se mata por pensar diferente, que no se asesina, secuestra ni extorsiona. Hace 10 años y pico que no existe el matonismo político.

Y así, hoy, sí es cierto que la convivencia en la sociedad vasca ha ganado enteros y exponencialmente. Avanzamos en la convivencia, sí. Bien, buena y excelente noticia. Innegable. Así es. Sí.

Pero ciertamente también todavía, todavía sí, hay personas, cierto que cada vez menos, que, independientemente de sucesivas declaraciones y escenificaciones solemnes en el Palacio de Ayete que no manifiesten con total claridad que matar estuvo mal, sí mal, que el dolor causado fue absolutamente injusto, injusto, sí. Personas que no aceptan sin subterfugio alguno, ni ingeniería de metalenguaje, que aquello fue un trágico y enorme error ético y político, político y ético, que políticamente no se consiguió absolutamente nada, que fue una rémora para la sociedad vasca, que fue totalmente inútil, que fue una tragedia ética y política, y un muy pesado baldón miserable para nuestra tierra.

No acepto el blanqueo de lo sucedido, ni el olvido interesado, ni el ponerse de perfil, ni las declaraciones a plazos. No acepto que no se niegue la tesis de que la violencia en Euskadi era inevitable. Condeno la irresponsable banalización que se hizo de la violencia política. Pero ¿y la responsabilidad de los que habitaban blanqueados despachos? ¿Paso pequeño, paso grande?

ETA actuó a lo largo de muy diferentes etapas. Actuó en la dictadura con Franco vivo, en la llamada transición política, sin Franco, y en democracia en los comienzos y desarrollo del restaurado autogobierno de Euskadi.

La primera, antifranquista, nació y actuó en plena dictadura y es en la que yo milité desconocedor de que se estaba generando algo perverso. ETA se escindió a finales de 1974 en politico militar y en militar. La “pm” en la que yo milité se auto-disolvió hace 40 años. No, no me justifico, y sí, sí me arrepiento de haberme equivocado entonces y de haber sido un eslabón de una trágica cadena. Sí es cierto que si hubiera intuido la degradación y degeneración ética, política y moral a posteriori de sus siglas jamás me hubiera integrado en ella.

Hace ya 46 años lloré en las celdas carcelarias el fusilamiento Jon Paredes Manot Txiki y la desaparición de Eduardo Moreno Bergaretxe Pertur. Celdas en donde percibí que ciertamente sí se sabe cómo empieza la violencia pero no su posterior desarrollo, y que la violencia engendra más violencia, y que la violencia se vuelve en contra de quien la ejerce, y de que la acción-represión-acción genera un bucle infernal de violencia incontrolable, fanática y absurda. Inútil. Abrí los ojos racionales al tablero de ajedrez que es la vida, la política, la ética, el respeto, la dignidad de la persona y la convivencia como bien superior. Hay ideales por los que vale la pena morir, no matar.

Un sensato rayo de lucidez hizo que los “p-m” se auto-disolvieran en 1981, pero desgraciadamente los “m” no apostaron por lo mismo, al contrario, tiraron por el camino de en medio degeneraron, degradaron al máximo la ética y el respeto a la dignidad y cometieron el trágico error histórico, ético y político de convertirse en un fin en sí mismo, y lo hicieron atacando a un esperanzador futuro posible de democracia, libertad y autogobierno.

No supieron dar por cerrada una persiana de enloquecida caída libre al supeditar la vida y la dignidad de las personas a objetivos políticos, no tuvieron piedad, inteligencia, ni coraje de parar. Su inútil discurrir finalizo hace 10 años y pico. Demasiado tarde para más de 800 personas asesinadas y familias rotas. Violencia, odio, torturas, presos y terrorismo de estado hoy en día todavía impune.

Sí, es cierto, me equivoqué, muchos, demasiados, nos equivocamos, desde el mismo comienzo, desde el principio mismo. Fue un inmenso error. Fui, fuimos, un eslabón desgraciado y maldito de una cadena vergonzante. Nunca jamás debió ocurrir. Matar nunca estuvo bien. Siempre estuvo mal. El dolor causado fue injusto. Así de claro, sin matices. Es lo que sinceramente pienso al mirarme al espejo del discurrir de mi historia y experiencia vital y personal, y así lo digo y manifiesto alto y claro ante quien queriendo oír esté dispuesto a escuchar y entender.

Ojalá por parte de todos se sigan dando pasos en la buena dirección de la convivencia entre diferentes, sin olvidarnos de todas las víctimas, sin manipularlas, sin ocultar el pasado reciente, condenándolo sin subterfugios ni ambages y con la mirada puesta firmemente en un reto apasionante cual es un futuro vasco compartido.

Se lo debemos a las futuras generaciones de vascos y vascas, a nuestros hijos e hijas, a nuestros nietos y nietas, a los ciudadanos y ciudadanas del mañana. Se lo debemos al futuro de Euskadi. Hoy hace 10 años y pico que ETA desapareció definitivamente de nuestras vidas y la sociedad vasca de su pesadilla.

Por cierto, una serie de preguntas mirando hacia el mismo Palacio de Ayete y a las horas y a los días posteriores: ¿Y la autocrítica política y ética, sin matices? ¿Sirvió de algo toda la muerte y el dolor causado? ¿Mereció la pena? ¿Para este viaje a la nada hacían falta tantas alforjas? ¿Se ha conseguido algo de algo? ¿Alguien puede negar que el fin de ETA se debió a una derrota, sin paliativos, de la operatividad de la organización ETA? ¿Alguien puede manifestar su posicionamiento en contra de que la socialización del sufrimiento fue un auténtico fiasco y locura, deriva y desgracia colectiva? ¿Y, sobre todo, por qué las respuestas a estas preguntas se tienen que retrasmitir arrastras, a plazos y por etapas? ¿Lo de Otegi en Eibar era un desliz no controlado, o una especie de provocación o mensaje a Pedro Sáchez? El ni sí, ni no de Bildu en el Parlamento Vasco con respecto a la Declaración institucional de condena a ETA ¿cómo hay que entenderlo? ¿Como ni sí, ni no, más sí que no, o viceversa, o me da igual? ¿Seré de los “enfadados”, de los que rompen puentes y cavan trincheras y enemigo de la paz?

Y de las sesudas declaraciones de Arkaitz Rodriguez en el Paseo Nuevo donostiarra rodeado de los suyos, “hacedores de la Paz ellos”, como Kubati por ejemplo, ¿cómo los debe interpretar este humilde ciudadano vasco?

Termino con una reflexión parafraseada del bloguero Iker Merodio: “Arnaldo Otegi, Arkaitz Rodriguez y la izquierda abertzale en su conjunto (clamoroso es el silencio de EA y Alternatiba) pueden aprovecharse de nuestra necesidad de pasar página. Pero, de ahí a tomar por tonta a la sociedad vasca sigue habiendo un trecho”. Pero bueno, en fin, no perdamos la esperanza ni el ánimo: ¿Paso pequeño, paso grande? Quiero, y creo ver, y a pesar de todos los pesares, que la botella va camino de estar medio llena; medio llena, no más. Sea pues.