e celebra desde hoy el 40 Congreso del PSOE, del que debe salir su línea estratégica para los próximos tiempos. Llega este acontecimiento en un momento de convulsión externa, con un PP confrontado y el reto pendiente de Catalunya, pero en un ambiente de control y tranquilidad en su interior.
Pedro Sánchez, desde su llegada de nuevo en 2017 a su Secretaría General, ha vivido en una constante zozobra por la resistencia del viejo aparato a aceptar su autoridad. Pero su consolidación al frente del Gobierno los ha situado a cada uno en su lugar. Se debe recordar, que aunque accedió por primera vez a la Secretaría con el apoyo de ese aparato en las primarias de 2014, compitiendo con Madina y el líder del ala izquierda del partido, Pérez Tapias, posteriormente debido a su actuación por libre fue perdiéndolo hasta llegar al duro Comité Federal del 1 de octubre de 2016 que acabó con su dimisión.
A partir de ese instante una breve travesía por el desierto con una Gestora dirigiendo el partido, más el enfado de las bases que no entendían ni aprobaban lo que allí había ocurrido. Abandonado por una parte de sus leales, se refugió en su domicilio con una fuerte depresión, hasta que un grupo de cuadros decidió reunirse en el Ateneo de Madrid en noviembre de 2016, para trasladarle que no se podía dilapidar la marea de apoyos que venían de la militancia y que o daba el paso al frente o buscarían otra persona para liderar ese movimiento imparable.
Allí, afiliados de peso como Borrell, Narbona, Elorza, Manu Escudero, Tezanos, o Manuel de la Rocha, más el apoyo aunque no pudieran asistir, de Pérez Tapias, Perelló, Ábalos y Toni Ferrer, gentes de UGT e Izquierda Socialista, e incluso Margarita Robles aunque no estuviera afiliada, impulsaron su vuelta a primera línea.
Su mitin inicial tras ese acto en Xirivella, demostró que aquel análisis era correcto y que la mayoría de la base del partido estaba junto a él de manera entusiasta.
Después, las primarias frente a Susana Díaz y Patxi López fueron casi un paseo militar y el 39 congreso lo aupó de nuevo a la Secretaría General en loor de multitud.
Aquellas gentes que diseñaron la reunión del Ateneo aparecieron primero en su ejecutiva, después en las listas electorales y posteriormente en puestos de responsabilidad de sus gobiernos, incluso con rango de ministros como Robles o Ábalos.
Ahora llega el 40 Congreso cuatro años después y la impresión que da es que su llegada a la torre de marfil que supone la Moncloa, le ha alejado de aquellos leales a quienes debe su acceso al poder y probablemente también de parte de sus apoyos en las bases.
Es la ley que marca el sistema actual en el seno de los partidos; poder absoluto e incontestable de sus líderes, que supone la caída en desgracia de sus más próximos al principio de la andadura, especialmente si son figuras políticas potentes que pueden, en un momento dado, cuestionar sus decisiones.
Prefieren tener cerca a gentes de perfil bajo con obediencia inquebrantable.
Quitarse de encima peso en las alforjas del pasado lo está disfrazando con la falsa teoría de que es tiempo de las nuevas generaciones.
Olvidando lo que en su día le indicó un Pérez Tapias ahora fuera del partido: “La juventud debe estar en las ideas, en las propuestas, en la ilusión y la pasión a la hora de defenderlas. El futuro pasa por una alianza intergeneracional en el seno del PSOE. Porque nos hacen falta todos, jóvenes y veteranos para la ingente tarea de regeneración de nuestro partido”.
Esas palabras cobran plena actualidad en vísperas de este congreso, especialmente porque los que llegan vienen menos ideologizados, menos curtidos en las tesis de la izquierda, muchos en búsqueda de un puesto de trabajo. Por eso, este 40 Congreso más que servir para mayor loa del líder, para eso ya estuvo el 39, debiera servir para tejer esa alianza, fortalecer la ideología de izquierda en su seno, dar alternativas al modelo de país de futuro y para dotar su funcionamiento como partido moderno con una profunda democracia interna.
La situación en el interior de esos partidos políticos, en lo que se refiere a la falta de esa virtud, es una asignatura pendiente que ninguno se atreve a abordar. Hay que tener en cuenta que nacieron en el siglo XIX y no han evolucionado nada en esta cuestión.
Se han convertido en una maquinaria electoral desideologizada en la que prima exclusivamente la disciplina-sumisión cercenando cualquier debate, cualquier disidencia que suponga un peligro para las élites que los dirigen. Es probable que parte de la culpa de que esto suceda la tenga la sociedad actual, que castiga electoralmente cuando en el interior se manifiesta pluralidad ideológica, o debates enriquecedores.
Esa contradicción es utilizada por sus dirigentes para cortar de raíz cualquier disidencia, utilizando un instrumento de Santa Inquisición: “las medidas disciplinarias”.
Se aplican amparadas en los Estatutos que rigen su vida interna Una gran parte de lo que se refleja ahí es claramente ilegal, infringiendo derechos básicos contemplados en nuestra Constitución. Lo normal sería que un afiliado tuviera los mismos derechos como ciudadano que como militante, y que las normas básicas que rigen la vida fuera se aplicaran también dentro.
Este Congreso debe, aunque solo fuera para recuperar la confianza perdida en el seno de nuestra sociedad, poner fin a esta situación y emprender una profunda transformación en este apartado, porque podría ocurrir que el primero que tenga el valor de hacerlo acabe teniendo un plus electoral inesperado.
Conseguir que deje de ser una maquinaria al servicio de sus dirigentes, una fuente de empleo. Cambiar sus paredes de acero en cristales transparentes, con esa mayor democracia interna, fomentando la libertad de expresión, rotación constante en su dirección y en sus cargos públicos, límite de dos mandatos, listas abiertas, etc.
Convertirlo en una maquinaria al servicio de la sociedad, un instrumento que no se limiten a interpretarla de manera electoralista, sino que tenga el valor de intentar transformarla. ¿Habrá valentía para hacerlo?
El siguiente reto que debieran afrontar sería el de modelo de estado, modelo de país. Este congreso tendría que enfrentarse con valentía a la búsqueda de soluciones para eliminar las viejas tensiones centro-periferia heredadas de la Transición. Desde un planteamiento de federalismo plurinacional coherente y consecuente, que ha de afrontar la cuestión de las naciones con el reconocimiento político de las mismas, fraguando un pacto federal como renovado pacto constitucional.
Quedan apenas unas horas para que comience un 40 Congreso del PSOE, que a su término puede generar ilusión o decepción en la sociedad, especialmente en los votantes progresistas. Si afronta de manera valiente ese pacto intergeneracional, esa reforma de modelo de partido, modelo de estado y de país, moderniza su mensaje de izquierdas, provocará lo primero.
Esperemos que, ahora que Europa camina con paso firme en esa dirección, especialmente tras las elecciones en Alemania, o Noruega, la consolidación en el resto de países escandinavos, el resurgimiento del laborismo en el Reino Unido, o la ilusión que provoca en Francia la socialista Anne Hidalgo, nuestro país no se quede atrás como en ocasiones anteriores. * Exparlamentario y concejal de PSN-PSOE