arece un cartel de espectáculo de variedades o de barraca de fenómenos de feria, pero es algo más que eso por mucha risa o indignación que nos den las atracciones. Un ferial letrinesco.
Solo hay un paso de constatar que en Güasintón se habla poco de Madrid, a montar una embajada madrileña en Nueva York o por ahí, y mandar de embajador al menda ese de la oficina del español que como era actor de profesión, lo hace de muñeco de ventriloquía, como la propia IDA, en su papel mimado de Corto de Luces. Lo del Papa, México, el genocidio indígena, y las palabras mendaces y maliciosas de estos granujas es demasiado serio como para comentarlo aquí.
Ahora dicen que el ventrílocuo es un dipsómano notorio, es decir, un chupador compulsivo, algo en lo que no me meto, porque me parece un deporte respetable, mucho, tanto en su variante rural como de alta competición, salvo que el dipsómano quiera dirigir la circulación. Entonces no, eh, porque entonces son más peligrosos que un mono con una cuchilla de afeitar (según el dicho popular), como sucede con Rodríguez. Para prueba, un botón: las residencias de ancianos madrileñas y sus fallecidos.
El marqués de Casa Verde por su parte ha salido a pista y nos ha dejado patidifusos. Resulta que no hay que votar en libertad, sino votar bien, es decir, votar a quien nos diga la gente principal, el cacique, el amo, el cura o la Guardia Civil. Tal vez por eso fue a votar Baroja en 1947. Aquello sonaba a votad no lo que yo diga, sino a mí... ¿Senilidad, desfachatez, efectos secundarios...? Quién sabe, pero conviene quitarse de en medio.
Y a propósito de deportes del bebercio. A Vargas Llosa solo lo he visto de cuerpo presente en una ocasión. Fue en Budapest, en 2003, en una recepción, con un copazo de vino en la mano -él, a la clase de tropa no nos dieron- y aire de no saber dónde estaba, no ya si en Buda o en Pest, sino en la dura realidad o en su mundo de fantasías, echando un discurso en elogio de los vinos húngaros, que sonaba a mañas de cazavotos o a bolo de alquiler ya muy repetido.
Conviene no olvidar que el barcinato alquiló a Vargas Llosa para nombrarle Copero Mayor del Reyno de Navarra, al modo en el que en el siglo XVIII se traían julais de Valencia para animar las fiestas. Y el marqués de Casa Verde (casa llana) posó con aire de andar a uvas sordas con el cencerrillo ese que llaman tastevín colgando del cuello. Me gustaría saber cuánto les costó a las arcas forales la bromita sanferminera, baile de la alpargata incluido.
Ese es el problema, que a esta gente se les escucha con arrobo, se les aplaude, como si fueran no grandes espadas, sino bomberos toreros de Llapisera, que en eso han ido dando, en motivos renovados de chacota, como es el caso de Dragó cuando se monta por encima de los demás mortales por haber leído 30.000 libros. Carajo.
Me gustaría saber qué libro estaba leyendo Dragó mientras montaba el numerito con Susana Estrada y una culebra sicalíptica que se metía por todas partes... Un periodista del diario El Mundo, que pagaba la comida, le escuchaba arrobado. Ese es el problema, que si bien se le execra, algo que entra dentro del espectáculo, también se le aplaude en su patriotismo bufo y taurino, en su panderetismo y en sus raterías de cuco incurable.
A saber cuántos de esos libros que dice haber leído y le han hecho rico le ha leído en realidad su negro, que lo tiene, me consta.
Así como Llapisera vio el lado bufo del sangriento espectáculo taurino y montó su astracanada, esta gentuza, con sus provocaciones, invita no a la dialéctica política, sino a la chacota. Ya sea como bustos parlantes o como muñecos de ventriloquía, sus cucamonas y desplantes nos revelan el lado de verdad trágico de la política estatal.
José María de Azcona decía, en Clara-Rosa, masón y vizcaíno, que en tiempos de borrasca salían a pasear los limacos. En tiempos de intensa borrasca estamos viviendo y no señalo a nadie por respeto a los limacos (Limax cinérea Gmel).
Que Dragó, la IDA o Vargas Llosa sean oráculos de la vida pública española es para temblar después de haber reído.