ecuerdan cuando el Banco de España predecía en un informe a principios de 2019 que la decisión de aumentar el salario mínimo a 900 euros mensuales iba a provocar la destrucción de 125 mil puestos de trabajo? En realidad, en 2019 el empleo asalariado aumentó en 449 mil personas. En lugar de la destrucción de un 12,5% de los empleos de salario mínimo pronosticada por los expertos del BdE, los trabajadores de los dos deciles de menores salarios (que incluyen a los que cobran entre 0 y un salario mínimo) aumentaron en 90 mil puestos del trabajo, un 2,8% más que el año anterior, y más a jornada completa (56 mil) que parcial (34 mil).
Pero lejos de cualquier dolor por los errores cometidos o propósito de enmienda, los mismos tres agoreros, reforzados ahora por otras tres luminarias del servicio de estudios del BdE, vuelven a la carga en junio de 2021 para alertar de los peligros de realizar otro aumento salarial, con un nuevo estudio cuyas “conclusiones” eran tituladas así por los dos principales periódicos de Madrid: “El Banco de España calcula que la subida del salario mínimo en 2019 restó al menos 100.000 empleos. El organismo concluye que el alza del SMI provocó un menor crecimiento del empleo de entre el 0,6% y el 1,1%”; “El Banco de España constata que la subida del SMI redujo el empleo en hasta 174.000 puestos”; el principal periódico regional: “El Banco de España constata una caída del empleo por el alza del salario mínimo. Pasar a 900 euros en el 2019 supuso perder entre 95.000 y 172.000 puestos de trabajo”; el principal medio digital: “La subida del SMI en 2019 provocó la pérdida de entre 90.000 y 170.000 empleos según el BdE”; o la principal cadena de radio: “La gran subida del salario mínimo supuso una pérdida de empleo de hasta el 1,1%, según el Banco de España. El informe del regulador supondría que el aumento del salario mínimo del 22% en 2019 habría causado una pérdida de empleo neto de entre 96.000 y 176.000 empleos”.
¿Cómo es posible que conocidos los datos de la evolución del empleo en 2019, casi todos los medios de comunicación de masas persistan en afirmar, al parecer poniendo en boca del Banco de España lo afirmado en el nuevo informe, que en 2019 se perdieron nosécuántos empleos cuando el balance fue claramente positivo en materia de creación de puestos de trabajo? Los economistas del BdE no son tan estúpidos como para afirmar que se ha producido una caída en el empleo, y más como consecuencia de una variable concreta (el aumento del salario mínimo) cuando las estadísticas disponibles afirman lo contrario -por mucho que se repita el dicho de Benjamín Disraeli sobre las mentiras estadísticas-, los registros de la Seguridad Social y la encuesta de población activa, la estrella más brillante del universo estadístico del INE (40 veces más cara que las cuentas nacionales, por ejemplo), aportan los datos más fiables de la realidad laboral.
El truco está en que el informe del BdE no afirma que se perdieron, sino que se dejaron de ganar una porrada de empleos porque al tener que pagar un exorbitante salario de 950 euros mensuales, muchos empresarios dejaron de contratar a quienes sí hubieran contratado a digamos 800 euros al mes. Esas sutilezas del lenguaje no se aplican en los resúmenes periodísticos, que de forma unánime (o casi) dejaron el mensaje clarito a la opinión pública:
-Subir los salarios destruye empleo.
-¿Y eso porqué?
-Porque lo dice el Banco de España.
Ahora bien, que el objetivo esté cumplido no exime de ser algo más precisos que los titulares mediáticos que satisfechos con la postverdad reniegan de la verdad a secas; la afirmación de los sabios del BdE, en sus propios términos, se expresa así en las conclusiones del informe de marras -por cierto, repetida dos veces, para que entre bien en el caletre de los que después van a difundir tan sanas ideas por las ondas y el papel: “La estimación del impacto del incremento del SMI en el empleo para el episodio analizado en España sería consistente con una pérdida de empleo neta de los trabajadoresdirectamente afectados de entre 6 y 11 pp, lo que equivaldría en este caso a un impacto en el empleo asalariado total de entre 0,6 y 1,1 pp”.
En un leguaje ambiguo lleno de “podrías y probables”, se afirma que “podría ser que los trabajadores con menor salario perdieran el trabajo con mayor probabilidad a lo habitual tras la subida del SMI. En segundo lugar, y aunque no hubiera habido cambios en los despidos, la creación de empleo a esos niveles salariales se podría haber visto reducida sin haber sido compensada con nuevos puestos de trabajo a salarios algo superiores.”
Pero vamos por partes: ¿Cómo podría ser que llegasen a esta probable conclusión los seis especialistas que firman el informe, si ya en el primer cuadro resumen de su informe se constata que la relación entre subida del SMI y destrucción de empleo es más bien improbable y poco posible y además reconocen que la anterior subida del salario mínimo en 2017 de 655 a 708 euros no perjudicó la creación de empleo?
Según sus propios cálculos, la codeterminación entre incidencia del SMI y empleo fluctúa según diferentes criterios entre 0 y 0,2, es decir, que hay mucho menos de un 20% de probabilidades de que ambas variables estén relacionadas, al menos en el caso bajo análisis (la evolución del salario mínimo y el empleo entre 2018 y 2019 en España).
Aunque se curan en salud y afirman aquí y allá que “las correlaciones anteriores no pueden considerarse evidencia robusta que sustente una conclusión inequívoca acerca del papel del incrementodel SMI a la hora de mejorar o empeorar las oportunidades laborales de los grupos afectados en relación a otros”, inasequibles al desaliento, los expertos se dedican a retorcer las cifras y buscar donde no hay, hasta que finalmente encuentran el improbable impacto causal entre subida del salario mínimo y destrucción de empleo, afirmando que “bajo el supuesto de que el incremento de SMI no provocó un cambio en los puestos de trabajo con salarios mayores a los 1.250 euros, se podría inferir una cota superior del impacto del incremento del SMI en el empleo. En ese caso, a partir de los anteriores ejercicios de robustez, el incremento del 22% de SMI habría reducido el empleo neto de los afectados entre 6pp y 11pp a final de año.”
Lo que se afirma de pasada en una de las páginas del informe, se convierte en la principal conclusión del mismo y en mensaje central para la alerta general contra los aumentos del salario mínimo. Una conclusión a la que se llega como resultado de un ejercicio estadístico poco robusto, y con supuestos altamente improbables como que el aumento del salario mínimo no afecte al empleo de trabajadores en otros estratos salariales.
Hay un problema de fondo en la percepción fuertemente ideológica que aplica el esquema de oferta-demanda/precio-cantidad a todo análisis económico. Si sube el precio (salario) tiene que bajar la demanda (cantidad); si queremos que aumente la demanda, hay que bajar el precio. Pero es que salvo en el caso de los empleados domésticos, si los empresarios contratan trabajadores es porque esperan sacar de ellos más de lo que les cuesta emplearlos.
En el largo ciclo económico 1995-2018 que incluye la expansión global hasta 2006 y la recesión posterior, el valor añadido generado por el trabajo, en términos nominales (es decir, sin descontar la inflación) se multiplicó 2,6 veces, la masa salarial 2,5 y el salario mínimo 1,9. Es decir, que esta reducción del salario mínimo relativo (concepto desconocido para los funcionarios del BdE) explica que hubiera margen más que suficiente para aumentar en un 22% el SMI sin impactar significativamente en la generación de ganancias empresariales y por tanto en la creación de empleo. Un buen síntoma de la contaminación ideológica de los informes del BdE en este y otros asuntos es la escasa o nula alusión a las ganancias empresariales cuando se habla de salarios.
* Profesor de Economía Aplicada (UPV/EHU)