La posible exhumación de los restos del fundador de la falange, José Antonio Primo de Rivera, del Valle de los Caídos empieza a ser una realidad. La recién aprobada Ley de Memoria Democrática encaja las piezas para que ninguna víctima pueda estar enterrada en un lugar preeminente, cosa que sucede en el caso del máximo ideólogo del franquismo. Lo único que podemos esperar es que no se repita el penoso espectáculo vivido con la retirada del cadáver del dictador. Fastos, boatos y homenajes, mientras retiran a hombros el féretro, es una imagen que jamás debió existir y, desde luego, no se debería repetir.
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