Vivimos en un mundo de clases sociales? Es cierto que “todos somos iguales ante la ley”, pero más cierto es que “algunos son más iguales que otros”. La afroamericana Isabel Wilkerson ha escrito el libro “castas”, en el cual argumenta que los problemas de racismo permanecen. Para el profesor de Economía de la Hoover Institution (think thank de la Universidad de Stanford) John Cochrane el asesinato de George Floyd ha tenido un impacto político y cultural mayor que el Covid. Así pues, el debate es pertinente. Eso sí, la razón por la que está oculto es muy sencilla: nos cuesta admitir que vivimos en un mundo de clases sociales. Por eso fue tan eficaz la denuncia de Podemos en sus comienzos contra la “casta”.
La mayor parte de las culturas considera que todas las personas somos iguales: hombres y mujeres, mayores y niños, empresarios y trabajadores, gobernantes y gobernados. Eso no es incompatible con la existencia de una jerarquía; de hecho, son necesarias. Un mundo con una igualdad absoluta no puede avanzar: no existen incentivos para hacerlo. Y esa es la regla principal de la economía: “las personas responden a incentivos”. Por eso, si se premian las investigaciones mediante patentes se obtienen mejores medicamentos. Si nos castigan con 2.000 euros por saltarnos un semáforo (aunque no pase nadie por la calle) evitaremos hacerlo para evitar pagar semejante multa.
Entonces, ¿somos iguales? En teoría, sí. En la práctica, no. Comenzamos por una evidencia: aquellos que tienen amplios recursos económicos se permiten abogados que les permiten la mejor defensa en caso de juicio. Y existen ejemplos para dar y regalar. En las películas los malos siempre terminan en la cárcel, los buenos, después de múltiples peripecias, terminan siendo felices y comiendo perdices. La realidad no es así. Conocemos los casos de personas que habían sido condenadas con pruebas falsas que han terminado en libertad. No conocemos los casos de personas que habían sido condenadas por pruebas falsas que no han terminado en libertad. Y no podemos conocerlas por definición ya que en caso contrario estarían libres. Los avances tecnológicos permiten ser optimista: ¿cómo hacer actividades delictivas si es más fácil que nos estén grabando? Pero cuidado, ¿acaso no se puede manipular un vídeo que “demuestre” una actividad comprometida de alguna persona? Un asunto delicado, sí.
Uno de los clasismos más evidentes es el que permite la UEFA. Amenazó a las autoridades británicas con cambiar la sede de la final de la Eurocopa si no permitían saltarse la cuarentena a losinvitados VIP. Por supuesto, ha logrado su objetivo. Y, después, se permiten hacer campañas contra el racismo o fomentar el respeto a los demás. En una investigación realizada por The Guardian (revista británica) se estiman en 6.500 los trabajadores fallecidos desde 2011 en las infraestructuras necesarias para la realización del Mundial de fútbol de Qatar. En su mayoría son inmigrantes de India, Pakistán, Nepal, Bangladesh y Sri Lanka. Ya se sabe, “haz lo que yo digo, no lo que yo hago”.
Claro que el clasismo en el fútbol no termina ahí. Mientras que un aficionado no se puede tomar una cervecita viendo a su equipo favorito, en la zona VIP se puede beber alcohol sin límite alguno. Como si unos estuviesen civilizados y otros no. Eso sí que es tener al personal ordenado.
Es curioso, esto de la riqueza. En unas culturas, está muy bien. Meritocracia, esfuerzo y trabajo. Vivan los ricos. En otras, está mal: “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de los cielos”. ¿Qué se puede decir? La clave está en la generación de dicha riqueza. No es lo mismo levantar un imperio empresarial de la nada o ser un artista maravilloso que recibir una herencia enorme o aprovechar contactos políticos para adquirir contratos en condiciones ventajosas que nos permitan ser millonarios. Y a veces no es tan fácil distinguir un caso de otro.
Así, la estrategia, muy clara: como “ser casta superior” está mal visto, se deben ocultar los privilegios. Por eso, mejor no comentar el derecho a tener unas pensiones enormes, las cesantías, las compensaciones económicas, las dietas, las puertas giratorias o las prebendas que se dan en muchos puestos políticos. La cosa no termina ahí; existen muchas profesiones en las que se pagan salarios muy altos debido a derechos adquiridos a lo largo del tiempo que nadie del gremio está dispuesto a admitir. Basta usar expresiones como ”nadie nos ha regalado nada”, “siempre se ha hecho así” o “nos lo hemos ganado”.
Por eso, es fundamental el periodismo de investigación. Por eso, es fundamental recordar casos como el del periodista holandés especializado en crimen organizado Peter R. de Vries, herido después de recibir un tiroteo el pasado 6 de julio en Amsterdam.
Sí; se hace por cualquier cosa por estar en una clase superior.
* Economía de la Conducta. UNED de Tudela.