anar apuestas porque alguien no es capaz de adivinar de qué es profesora es tan común en la vida de Ainhoa Labrador como todas las veces que muchos responsables de grandes empresas o talleres han alucinado cuando ella es con quien se han encontrado cuando buscaban a un responsable de automoción de Egibide, o a la persona que más supiera de coches híbridos o eléctricos del centro, o era la profesora de algún curso al que asistían. Mientras en algunos ámbitos se ha tenido que ganar el respeto y ahora es una figura reconocida cuyos conocimientos nadie discute, su figura entre su alumnado no causa ninguna extrañeza, aunque a veces le toque romper estereotipos.

Es viernes por la mañana y comienza una jornada en la que durante toda la mañana tendrá que lidiar en el taller con chicos y chicas que tienen las hormonas en ebullición y constantemente su nombre en la boca, bien porque no consiguen dar con una avería en un coche o no aciertan a soltar alguna pieza de un motor. "Como hoy te hacen fotos te has pintado las uñas y te has maquillado", le vacilan. "No es cierto", se apresura a puntalizar la única profesora de automoción del País Vasco y, posiblemente, de España. "Me fastidia que se piense que la feminidad está reñida con este mundo y nada más lejos de la realidad. Están acostumbrados/as a verme como estoy hoy y, aunque quizás al principio cuando acudía a reuniones revisaba mi vestuario por aquello de que me vieran como una profesional, hoy no renuncio a un vestido si me apetece llevarlo", explica.

Tiene 34 años y lleva 10 años como profesora de automoción en Egibide. Se siente respetada y valorada por compañeros, jefes/as, alumnado y gente del mundillo con la que le toca tratar, desde directivos de grandes empresas a responsables europeos como los que el año pasado le invitaron a participar en la mesa redonda del Pacto para las habilidades, planificada desde la Comisión Europea, en la que estuvieron desde el ministro alemán de Economía, Empleo y Transportes, a CEOs de empresas automovilísticas, como Volvo o Renault y en la que ella explicó el motivo por el que Vitoria es un referente en este campo. Sin embargo, pese a que se desenvuelve con soltura en ese tipo de circunstancias, reconoce que todavía arrastra "esa necesidad de tener que estar demostrando permanentemente para que no te cuestionen".

Referente de su pasión

Ella supo pronto que "las motos, la gasolina y la competición eran lo que me ponían piel de gallina". No lo había mamado en casa, pero aquello le iba. Quería hacer un ingeniería, pero un profesor de Diocesanas le dijo que "para diseñar un motor primero tenía que saber cómo se hacía y que para ser ingeniero de bata blanca tienes que ser primero el de buzo azul.", y se enroló en FP. Obtuvo después una beca Leonardo da Vinci para trabajar en la Fiat, en una experiencia para ella inolvidable, por aquello de que le acercaba a su idolatrado Valentino Rossi.

Pero la ingeniería mecánica seguía rondando su cabeza y la logró, con especialidad de automoción, en Ávila y la superior, online, en León. Luego vendría el máster para ser docente, otro para profesores de automoción en el AIC (el automotive inteligence center de Amorebieta), la maternidad y finalmente respondió a la llamada de Egibide, "Yo quería ir por el camino de la empresa y la competición, pero...", asegura.

Recuerda que su primera clase fue un 17 de septiembre, que aquello de enseñar a gente más mayor que ella o que llevaba mucho tiempo en el automóvil le imponía, pero hoy sabe que eligió bien, que ha unido lo que le erizaba la piel con lo que le permite formarse y formar y visibilizar que este es un sector válido para las mujeres. Acaba el recreo, los "Ainhoa ven a verme esto" se suceden. Ella coge el trapo grasiento, respira y va al lío.