l Sistema de Combate Aéreo Futuro (SCAF), su fase de simulación para 2021 y la puesta en marcha de un avión de combate de nueva generación (NGF) hacia el horizonte de 2040 evidencian que vivimos en un mundo de problemas, de crisis, de conflictos.

Este futuro avión de combate europeo, más que un mero avión pretende ser una nube de combate, al ir acompañado de unos drones y conectado a otros medios militares implicados en la operación. Con él se reemplazaría a los aviones de combate Rafale (francés) y Eurofighter (de varios países europeos). Y su financiación se reparte, a partes iguales, entre Francia (Florence Parly), Alemania (Annegret Kramp-Karrenbauer) y España (Margarita Robles). Se prevé que de aquí a 2024, haya una inversión de 3,5 mil millones de euros.

Todo ello, supuestamente para hacer frente a cuestiones geopolíticas, procesos de paz, crisis y conflictos en los que los estados y las organizaciones internacionales hayan podido fracasar. Teniendo en cuenta que las soluciones políticas serían las únicas que no encontrarían la sangre. Tal como es el caso de uno de los más atravesados problemas geopolíticos del mundo, entre Israel y los territorios palestinos. Donde la política está despedazada. Con un primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que prosigue, desde hace varias elecciones, sin ser capaz de reunir una mayoría estable en el Parlamento. Y un presidente palestino, Mahmoud Abbas, cada vez menos popular y octogenario, que no da paso a nuevos líderes, habiendo desconvocado recientemente sus primeras elecciones en 15 años.

Pero ellos no están solos en esa política tullida e interesada. En 1948, EEUU fue el primer país en reconocer a Israel, y desde entonces tanto demócratas como republicanos lo han apoyado. En 2018 la Administración Trump dio la espalda a, y rompió relaciones con, los palestinos. Y actualmente, el apartheid creciente dentro de Israel como estado judío los marca como ciudadanos de segunda clase. El alirón “muerte a los árabes”, presente en los campos de futbol y en grupos de WhatsApp, es familiar para los palestinos. De modo que el sueño de un estado palestino independiente, y la solución, nacida en los años 90, de dos estados reconocidos para el proceso de paz, esperan extenuados. Dando paso a la cenagosa realidad de circunscribir a Israel como estado único. Pero los bombardeos evidencian que ellos no son necesarios para la solución.

Paralelamente, y más hacia occidente, en el escenario de esa geopolítica tullida e interesada, aparece una vez más, en diciembre de 2020, la Administración Trump. Siendo EEUU el primer país occidental en reconocer incondicionalmente la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental. Incondicionalmente, con la finalidad de que Marruecos reconozca formalmente a Israel, y ambos países firmen un completo acuerdo de relaciones diplomáticas. Con lo que la Europa Fortaleza queda debilitada frente al chantaje o el juego, en la geopolítica migratoria que afecta principalmente a las dos fronteras terrestres (Ceuta y Melilla) de Europa con África; así como a otros puntos del Mediterráneo y a Canarias.

Ya Marruecos ha movido piezas en el tablero sin llegar, ni de cerca, al jaque mate. Una, la utilización de 8.000 peones humanos en una jugada que ha sido denunciada por Amnistía Internacional. Y otra, acusar a Alemania de albergar una actitud destructiva sobre el asunto del Sahara marroquí, retirando a su embajadora en Berlín.

Tanto España, como Alemania, como la UE, sostienen que el conflicto del Sahara se solucione en el marco de la ONU sobre la base de un referéndum de autodeterminación.

El mensaje de Marruecos no tiene ambigüedad alguna y su desafío es espinoso. Mientras tanto, Bruselas ha movido unos 343 millones de euros, desde 2014, para ayudar a Rabat a controlar sus flujos migratorios. Y Alemania es uno de los principales socios comerciales de Marruecos. Al tiempo que la economía del reino alauita ha quedado tocada por el covid, y la pobreza se ha multiplicado por siete, según los datos de su propio Alto Comisionado de Planificación. Lo que hace que un gran número de marroquíes quiera dejar el país.

Jugar con el armamento migratorio para hacer presión sobre Europa no es una novedad. Ya lo han hecho, aunque en épocas diferentes, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan y exlíder libio Muamar el Gadafi.