dicho de otra forma, nada surge de la nada. No debemos atribuir a la suerte nuestra situación en cada punto, porque lo que somos está compuesto de múltiples decisiones. La suerte en situaciones puntuales puede marcar un buen o mal día, pero no un sentimiento de pertenencia o sentimientos de desarrollo. Será nuestra capacidad de gestionar las situaciones lo que marque la diferencia, esto se trabaja pero también nuestra experiencia, marcará nuestro propio talento.

El talento es por definición algo humano, ese gran intangible que gestionamos en las empresas, ese don que hace que las cosas sucedan, con aparente simpleza, pero gran efectividad. Y es que hacer las cosas fácil no es precisamente fácil.

Estamos inmersos en la revolución tecnológica, automatización de los procesos productivos, estandarización, reducción de plazos de entrega. Los ordenadores calculan con precisión los puntos óptimos de compra-venta, y al dirigir las plantas productivas siempre estamos en la búsqueda de la eficiencia y del hacer más, con menos. Y esto debe ser así.

Sin embargo convivimos en las empresas con el binomio número-persona (o persona-número). Tienen que salir las cuentas, pero si no cuidas mínimamente a las personas igual no lo cuentas. Detrás de cada indicador hay alguien. Hay que gestionar la energía para mantener un ritmo sostenible a medio y largo plazo. No podemos quemar a las personas porque las convertimos en cerillas, no podemos esperar que vayan únicamente solas, porque las convertimos en náufragos del desierto. Busca el ritmo que permite digerir el avituallamiento sin dejar de correr. Busca el ritmo que te lleva a terminar la maratón, no a ganar el sprint. Busca el ritmo que les lleve a querer mejorar para ir más rápido. Busca espacios de creatividad adecuada para cada individuo, nadie se siente más realizado que cuando ha creado algo por sí mismo. Fortalece sus necesidades básicas como cobrar siempre al día, o respetar descansos. Invierte en enseñar, para crear inercias que luego vayan solas.

Pero lo primero de todo y da sentido a todo lo anterior, para poder dirigir una fábrica asegúrate de tener un buen equipo a tu lado, en el que puedas confiar, con autocrítica como base para seguir mejorando y siempre presente un pensamiento económico que traduzca en euros las acciones tomadas para ver si son efectivas. Con el querer suele ser suficiente porque esa es la fuerza de empuje, pero si le añadimos el ser capaces de saber que permite mejorar la toma de decisiones, todos podemos llegar a poder.

El autor es Quality Manager