no: me gusta ir a consulta de mi médica cuando yo quiero, cuando tengo mal día, cuando me disgusto con uno de mis hijos, cuando me siento gorda, cuando esos sudores de la menopausia me ponen nerviosa, me gustaría también que mi médica, ya que voy, eche un vistazo a los análisis de mi marido y cuando vaya él que le diga que no beba tanto; aprovecharé también la consulta de mi médica para decirle que me preocupa mucho que el hijo pequeño va fatal en el cole y ya no sabemos qué hacer con el. Mi médica es muy maja, me escucha, me tranquiliza, yo solo con ir ya me siento mejor, a veces le noto un poco nerviosa, claro, es que a veces lleva retraso pero como a mi me toca esperar pues yo me tomo mi tiempo, y a veces mi médica me pregunta “¿hay hoy algo nuevo, María?”, y yo, la verdad, es que muchas veces no tengo nada nuevo, solo que me apetecía hablar un rato y como ella me escucha... Hace una semana le noté más nerviosa y en tono agitado me dijo: “María, hoy no te puedo atender como otros días, tengo una urgencia”. Luego me enteré que era Manuel, el de la pescadería, que se había puesto muy malo. Claro, yo, como tenía cita, me quedé esperando y después de 60 minutos mi médica volvió, se le veía cansada, pero yo entré porque era mi turno y ya que tenía cita... Bueno, ese día solo le pregunté por mis cosas, que se le veía ajetreada y había ocho personas en la sala esperando. Me contaron que Manuel fue en ambulancia, debe de estar en la UCI. Más vale que no hay tanto coronavirus... que si no... ni UCI ni nada para el pobre Manuel. que se va haciendo mayor.
Dos: otra vez el lumbago, tendré que pedir cita para la receta porque en la farmacia no me dan. Total, para una receta he estado una hora esperando porque la médica ha salido a atender al pescatero y, claro, no le voy a decir que vengo solo a por receta, le tendré que decir que me duelen los riñones y me volverá a decir eso de pasa a la camilla, te duele aquí, te duele allá, y yo solo necesito la receta.
Tres: me han dicho que la médica es maja pero he ido hoy por primera vez y casi ni me ha mirado, se le veía enfadada, así que no me he atrevido a decirle que a veces, si mi marido se enfada, paso miedo en casa.
Cuatro: hoy, Manuel, mi padre, estaba en la pescadería y se ha puesto malo. Me han llamado y yo muy apurada he llamado al centro de salud y pasado un rato ha venido la médica, apresurada y nerviosa… Se ha disculpado por venir tan tarde y enseguida ha llamado a la ambulancia y se han llevado a mi padre. Yo ese rato lo he pasado muy mal, necesitaba que alguien nos atendiese, pero las médicas estaban ocupadas en otras tareas...
Nada de todo lo anterior es imaginado, nada de lo escrito es irreal. Atendemos en Primaria problemas de salud y problemas de la vida, malestares naturales y enfermedades o situaciones graves, sin saber a priori qué va a pasar a lo largo de nuestro turno de trabajo. Conocemos y queremos a nuestra población. Conocemos la forma tan diferente de expresar los malestares y el uso tan dispar de los servicios sanitarios. Un dolor de pecho puede ser un infarto, una ansiedad, una tristeza, una discusión familiar, una respuesta airada de un compañero de trabajo... y todos los motivos son reales para quien los sufre, pero no todos los motivos deben ser abordados de la misma manera, ni con la misma prioridad, por un sistema sanitario público que debe velar por dar un servicio con equidad, es decir, que todas las personas puedan recibir los servicios que necesitan para mejorar o mantener su salud.
Población y profesionales somos el binomio necesario para entender que los servicios de salud, como cualquier otra servicio público, deben regirse por unos criterios, no dar más al que más pide sino dar más al que más necesita.
¿Es la Sanidad que queremos lo que debemos conseguir o es la Sanidad que necesitamos? Si querer y necesitar son similares, será un éxito de satisfacción de la ciudadanía; a mayor distancia entre la necesidad y el deseo, mayor insatisfacción. Son décadas de mezclar ambos conceptos, deseo y necesidad, a nivel de servicios sanitarios y ahora no podemos cambiar de golpe, de forma traumática, ni con un simple cambio de modelo de agendas… Sin embargo, hay que empezar por algún lado.
La Atención Primaria, en su vertiente más pura, de pacientes atendidos por profesionales de enfermería y medicina a lo largo de la vida y en su vertiente de atención urgente (también en Primaria) estaba herida antes de la pandemia covid. La pandemia ha abierto más esas heridas, las ha desgarrado, y la Atención Primaria está exhausta. Nos sigue moviendo el interés genuino por la población, la interiorización de nuestra actitud de servicio a la población, pero necesitamos más que nunca una reflexión conjunta. Población y profesionales debemos valorar qué preferimos, ¿una atención que responda a nuestra necesidades de salud o a nuestros deseos de ser atendidos en cualquier momento por cualquier motivo?
El modelo anterior estaba abocado al fracaso, profesionales cansados y poco a poco desmotivados, recursos limitados, población insatisfecha porque considera que debemos atender a lo grave y lo leve, a lo curable y lo cuidable, a lo que se resuelve por sí solo y a lo que necesita de una atención profesional...
Desde el propio sistema sanitario, las últimas décadas hemos cultivado la inmediatez, las píldoras para todo, para adelgazar, para la felicidad, para los nervios, para los dolores... La pandemia ha puesto al descubierto la fragilidad de este modelo de atención, una población más envejecida, con más enfermedades crónicas, con más necesidades sanitarias, que nos obliga a reorganizar, a cambiar el modelo de atención y en este cambio la población toma un papel relevante. Atender enfermedades crónicas, mantener una buena atención domiciliaria a los pacientes más vulnerables, seguir cuidando el final de la vida, estar atentos a señales que nos indiquen posible violencia de género, concentrarnos en síntomas que sugieran gravedad... requiere un esfuerzo profesional y una solidaridad y responsabilidad social haciendo un uso adecuado de los servicios. Sin olvidar una distribución de recursos adecuada al papel que creemos debe jugar Atención Primaria en el sistema de Salud.
Que lo profesionales mostremos nuestras diferencias públicamente puede ayudar a generar debate y sea el debate bienvenido si nos lleva a mejorar, a entender mejor lo que está pasando, a llegar a hacer un buen diagnóstico y plantear un tratamiento adecuado. Es necesaria una reflexión, no cerrar en falso porque nos asuste el cambio, evitemos generalizar críticas a profesionales cansados, desilusionados, que seguimos esforzándonos en un clima de incertidumbre, sin un horizonte temporal que nos ayude a relativizar; las críticas públicas pueden ayudar pero suelen ser dañinas... Tal vez sea más positivo y eficaz poner la mirada y el énfasis en lo que realmente necesitamos: más recursos en Primaria y creer que el cambio es posible.
Una Atención Primaria sostenible nos implica a todos: decisión política que aporte los recursos necesarios, población y profesionales de la salud. Son tiempos de luchar por la Atención Primaria que necesitamos y que nos merecemos.
La autora es especialista en Medicina Familiar y Comunitaria