el mismo ser humano que puso un pie en la Luna, inventó las vacunas y creó un universo paralelo a partir de simples impulsos eléctricos es tan desconcertante que sigue grabando sus delitos o actos socialmente reprochables y los cuelga en Internet sin darse cuenta, de una santa vez, de que es una ventana abierta al mundo. Los últimos gañanes digitales en dar la nota han sido algunos alumnos de la Complutense que nos han enseñado cómo una práctica tan ancestral como miserable sigue viva y goza de buena salud. Las novatadas en la universidad -y en la mili antaño- son, además de una cosa muy graciosa, que crea piña entre la muchachada y todo eso, el peaje obligatorio para ser aceptado en el rebaño y entrar con buen pie en una nueva vida, que eso es hacer la carrera fuera de casa. Cuando alguien se presta a que le metan un bofetón o, yo qué sé, a ir a cuatro patas con un cubata en la cabeza, acepta humillarse y someterse, por ligera que sea la broma, para poder ser un igual y adquirir el derecho a hacer lo mismo con los nuevos el año que viene. Es una práctica rancia y casposa, propia de gente mediocre que utiliza una posición de autoridad basada en la amenaza para satisfacer su sadismo, y que siempre tiene quien le ría las gracias.
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