llevamos más de cuatro meses con el Gobierno en funciones y con 350 diputados y 265 senadores viviendo del cuento. Ninguno de ellos tiene el puesto asegurado a partir del 10 de noviembre, que es cuando, parece, vamos a tener que perder otra vez medio domingo para seguir regalándoles sueldos y prebendas a estos incapaces de ejercer el oficio, la política, para el que han sido contratados. Negociar y llegar a acuerdos con el fin principal de resolver los problemas de los ciudadanos y garantizar sus derechos. Si esta es la definición de política, que entiendo que sí, están dejando muy claro que nos hemos equivocado al votar. Tanto el principal encargado de formar Gobierno, el PSOE, como el resto de partidos asimismo elegidos para gestionar nuestros recursos y nuestros destinos. Ni los potenciales socios (Unidas Podemos) ni los autoproclamados oposición (PP, Ciudadanos y Vox) son de momento capaces de ponerse de acuerdo con los socialistas o entre ellos para sacar adelante el encargo encomendado. Diríase que necesitan mayorías absolutas para sobrevivir, diríase que las cesiones provocan tales tembleques en sus conciencias que optarán por eludir su responsabilidad. ¿Y si llegáramos a la conclusión de que votar no sirve para nada?