Son 126 días. 3.024 horas. El 34% de los días del año. Es el tiempo que ha pasado desde el 28 de abril. Asumíamos que la campaña de las municipales de mayo supondría un factor distorsionante, así que dejémoslo en 98 días desde el 26 de mayo, 2.352 horas. Y aquí estamos, 31 de agosto y sereno... Bueno, sereno no, a leche limpia como quedó evidenciado en el pleno extraordinario sobre la crisis del Open Arms en el Congreso el jueves. Llámenme loca, pero es complicadito llegar a un acuerdo de gobierno, entre quienes sea, con la fórmula que sea, si las partes no se sientan y le echan un ratito. Para la investidura fallida de julio le echaron medio rato. En realidad, le dedicaron más tiempo a contarnos lo en desacuerdo que estaban y por qué el de enfrente tenía la culpa de todo que a buscar una base sobre la que construir. Pero oye, en política parece que las cosas son así, Juego de Tronos ha debido de hacer mucho daño y aquí todos se creen que son personajes de House of cards o de Borgen. Se les olvida que los votantes se levantan cada mañana y van a currar, y atienden a sus familias, y cumplen con Hacienda. Qué cosas. Quedan 23 días por delante, 552 horas. Sin estrés señores, pero igual va siendo hora de remangarse y dejar de procrastrinar, qué gran palabro.