Superado ya el pudor inicial a verse de la mano tanto de su gran rival como de la ultraderecha, forjados con ellos los pactos de gobierno fundamentalmente en Andalucía y Madrid y convencido de que se producirá la convocatoria de elecciones ante las dificultades -y probablemente la falta de voluntad- de Pedro Sánchez de lograr su investidura, el líder popular, Pablo Casado, se ha colocado ya en la casilla de salida de la precampaña electoral, cuyo primer capítulo es la búsqueda de una gran coalición de las derechas entre PP, Ciudadanos y Vox. Lo que él mismo ha denominado un pacto a la navarra, un España Suma -marca ya registrada por los populares- con el objetivo de vencer a la izquierda y hacerse con el Gobierno del Estado. Un acuerdo que, obviamente, tiene sus defensores y detractores dentro de los tres partidos. En Euskadi, además, esta posible alianza tiene otras características y connotaciones que la hacen más complicada. El PP liderado por Alfonso Alonso, embarcado en una forzada operación de rediseño de su estrategia y de su propia marca como formación, en la que busca un perfil más pegado a la realidad de Euskadi, no lo tiene fácil para incorporar a fuerzas que carecen por completo de representación en la CAV y que, además, cuestionan de manera abierta e incluso combaten con firmeza la foralidad y el Concierto económico. Aunque es cierto que lograron soslayar ese asunto en su alianza Navarra Suma con Ciudadanos, la suma de Vox -radicalmente beligerante con lo que denomina “privilegios”- corre el riesgo de dar al traste con los intentos de Alonso por colocar al partido en una posición más centrada y templada en el complejo escenario político vasco. Sin embargo, otras voces populares, como la de Bea Fanjul -cabeza de lista al Congreso por Bizkaia como adalid de las políticas de Casado- están apostando muy fuerte y sin complejos por un País Vasco Suma como fórmula para frenar la constante pérdida de votos del PP en Euskadi y presentarse como alternativa al PNV. Una operación de riesgo que podría terminar por desdibujar por completo el perfil de los populares vascos y escorarlos aún más hacia posiciones más ultras y contrarias a la singularidad de Euskadi -como la foralidad y el Concierto- y hacia la derecha más reaccionaria, lo que, en lugar de sumar, tendría el efecto precisamente contrario, el de restar.