la incapacidad manifiesta de la izquierda española para alcanzar acuerdos de gobierno puede pasarle factura. Cada vez escucho más comentarios negativos sobre la (no)negociación entablada entre el PSOE y Podemos desde las últimas elecciones. Entre las exigencias de los morados y la displicencia de los socialistas van transcurriendo los meses y seguimos en funciones, a salto de mata y sin ningún rumbo reconocible definido. Quizá el quid de la cuestión radique en la mala relación personal o la desconfianza mutua entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias aunque, en todo caso, es su problema y no el nuestro. Ya he dicho más de una vez que yo les retiraría el sueldo a los políticos en estos largos e injustificados periodos de impasse pero, una vez asumido que soy un demagogo y que se lo van a llevar crudo me ponga como me ponga, parece que volveremos a sufrir el culebrón hasta el último minuto. Y mucho me temo que con un desenlace parecido al de la última vez, o sea, sin acuerdo y con un nuevo llamamiento a las urnas. Las encuestas dicen que el favorito volvería a ser el PSOE pero me da en la nariz que la gente se está enfadando ante este enorme ejercicio de inoperancia. No digo yo que los rojos vayan a votar azul aunque quizá decidan quedarse en casa ante la inutilidad de sus votos. Luego llorarán.
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