nos escandalizamos cuando nos llegan noticias de la frontera entre USA y México. Acusamos a Trump de inmoral e inhumano cuando su ejército separa a los niños de sus padres a modo de lección ejemplar para coartar la llegada de migrantes. Y no digo yo que el presidente norteamericano no merezca nuestro desprecio. Sus excentricidades y modos de gobernar hacen saltar por los aires acuerdos internacionales, desestabilizan la economía mundial, aceleran el cambio climático y hasta nos hace temer el advenimiento de nuevas guerras cuando tontea y vacila con los también estrafalarios el coreano Kim Jong Un, el ruso Putin (Rusia) o el chino Xi Jinping. Puede que se trate de una especie de terapia, el sentirse mejor resaltando los defectos de los demás. Nuestras airadas protestas sobre lo mal que funciona el mundo se tornan en miradas hacia otro lado cuando los desmanes los cometemos nosotros. El Open Arms y el Ocean Viking deambulan por el Mediterráneo con más de 500 migrantes a bordo que poco o nada nos importan, parece ser. La cuestión no es cómo les ayudamos sino quién tiene que comerse el marrón. Italia pasa, Europa no sabe no contesta, Sánchez se va de vacaciones y, según Vox, la ONG la componen golfos subvencionados. A ver si se ahogan de una vez y nos dejan en paz.