josean Querejeta irrumpió en el ámbito directivo decidido a convertir un equipo de pueblo en una potencia europea. El Baskonia ya había protagonizado alguna gesta -campeón del Trofeo Asociación en 1985- pero no dejaba de ser un club del montón con la permanencia en la élite como único objetivo temporada tras temporada. Cuando Querejeta dejó de jugar y se instaló en los despachos abrió varios frentes para iniciar su asalto a la cima. Primero transformó la entidad en una sociedad anónima deportiva -el primer club estatal en dar ese paso-, después abrió la vía de los nacionalizados por ascendientes (Ramón Rivas) y también montó una red de ojeadores en la incipiente y abundante cantera argentina para anticiparse a clubes más poderosos económicamente pero también menos duchos a la hora de rastrear el mundo en busca de talento joven, bueno y barato. Aún así le faltaba dar un golpe de efecto, demostrar su ambición dentro y fuera de Vitoria. Y arrebató al Barcelona a Chicho Sibilio, toda una declaración de intenciones. De repente, el Baskonia se convirtió en la más seria alternativa a los grandes de la Liga ACB. Ha habido muchos más fichajes, por supuesto, pero seguramente fue Sibilio con el que comenzamos a creérnoslo.