hace unas semanas caía en mis manos Camino a la libertad. La red de evasión Comète y la frontera vasca durante la II Guerra Mundial, libro en el que el historiador Juan Carlos Jiménez de Aberasturi hace justicia en forma de memoria a los vascos de uno y otro lado de la muga que lucharon contra el nazismo ayudando a cruzar el Bidasoa a los pilotos aliados derribados en la Europa ocupada. Había entre estos resistentes aventureros, contrabandistas, exiliados políticos y gente corriente como Françoise Usandizaga, Frantxia, viuda de 34 años en 1943, cuando fue detenida por los alemanes en su caserío de Urruña y deportada. Ya muy débil tras dos años de padecimientos, murió asesinada a golpes de pico en Ravensbrück, escasos días antes de la liberación del campo por los soviéticos. Dejó tres niños huérfanos y su historia destaca sobre las demás porque, a diferencia de los marmóreos héroes y particularmente heroínas que aparecen en el relato del autor, Frantxia dejó entrever a la Historia los temores y las dudas que a cualquiera asaltarían si se juega su vida por hacer lo correcto. Lo hizo, y como había nacido en Bera, ayer su nombre apareció en el BOE, casi ochenta años después de que ella, junto con tanta otra gente corriente, derrotara al fascismo.
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